Siguiendo a la comentarista de ayer, y viendo que se le había olvidado una modalidad de muerte cada vez más común, he decidido dedicarle unos pensamientos al morir de tonto (algo a lo que, por cierto, me veo abocado sin remedio). En concreto, a una de sus modalidades más estrambóticas: el balconing.
Que el afán de superación es propio del ser humano es una cosa suficientemente demostrada. Alcanza todas sus dimensiones, incluida la estupidez, que tan propia le es a todos los descendientes de Adán, aunque más a algunos que a otros.
La estupidez reviste muchas formas. Algunas son bastante inocuas, y no hacen daño a nadie, ni siquiera al propio estúpido. Y otras flirtean con la muerte, en lo que constituye el fenómeno de morir de tonto.
En lo que va de verano, solo en Baleares, treinta personas se han precipitado al vacío desde el balcón de la habitación del hotel. Seis de ellos han muerto. Y varios han quedado tetrapléjicos.
Algunos tratan de caer en la piscina, pero como están borrachos o colocados, no aciertan, y se estrellan contra el suelo.
Otros solo tratan de pasar a la habitación de las chicas, por la fachada del edificio, porque como están borrachos o colocados, o las dos cosas, se olvidan de que hay pasillos interiores que comunican unas habitaciones con otras.
Han preguntado a los psicólogos, a ver si hay alguna explicación al fenómeno, y dicen que si: que la razón está en la ausencia de sensación de riesgo, propia de la juventud, o en la conciencia de inmortalidad, propia también de la juventud. Son explicaciones tontas, a juego con el asunto en cuestión.
Porque no hay explicación fuera de la consustancial estupidez humana. Como dice Saramago, no somos más que hipótesis de humanidad. A lo mejor el camino de humanización es el mismo que el de la liberación de la estupidez que hace que la gente se tire de los balcones.
Que el afán de superación es propio del ser humano es una cosa suficientemente demostrada. Alcanza todas sus dimensiones, incluida la estupidez, que tan propia le es a todos los descendientes de Adán, aunque más a algunos que a otros.
La estupidez reviste muchas formas. Algunas son bastante inocuas, y no hacen daño a nadie, ni siquiera al propio estúpido. Y otras flirtean con la muerte, en lo que constituye el fenómeno de morir de tonto.
En lo que va de verano, solo en Baleares, treinta personas se han precipitado al vacío desde el balcón de la habitación del hotel. Seis de ellos han muerto. Y varios han quedado tetrapléjicos.
Algunos tratan de caer en la piscina, pero como están borrachos o colocados, no aciertan, y se estrellan contra el suelo.
Otros solo tratan de pasar a la habitación de las chicas, por la fachada del edificio, porque como están borrachos o colocados, o las dos cosas, se olvidan de que hay pasillos interiores que comunican unas habitaciones con otras.
Han preguntado a los psicólogos, a ver si hay alguna explicación al fenómeno, y dicen que si: que la razón está en la ausencia de sensación de riesgo, propia de la juventud, o en la conciencia de inmortalidad, propia también de la juventud. Son explicaciones tontas, a juego con el asunto en cuestión.
Porque no hay explicación fuera de la consustancial estupidez humana. Como dice Saramago, no somos más que hipótesis de humanidad. A lo mejor el camino de humanización es el mismo que el de la liberación de la estupidez que hace que la gente se tire de los balcones.
Pues quedan dos más que se me pasaron ayer, además de la añadida:
ResponderEliminara) Morir de fabada. La saco de un anuncio que había en la tele hace un tiempo, donde decían: "abuela esta fabada está de muerte"
b) Muerte por chocolate: Es de los menús, de los postres; que la suele tomar un amigo y que yo sólo de verlo, así tan marrón oscuro de chocolate negro....vamos, que no la he conseguido probar. Así que no me la pido.