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¿Quien soy?

La búsqueda de la propia identidad es algo que ha preocupado a las personas desde tiempos a los que no alcanza la memoria. ¿Quién soy?, se preguntaban los antiguos, sobre todo después de haberse pegado un leñazo contra un poste y despertar de la inconsciencia.

Las madres, que participan de esa inquietud identitaria, conocen como nadie el corazón humano, sobre todo el de sus hijos, y las preguntas que alberga, y cuando tienen ocasión, responden a ellas:

- Hijo, eres una mierda envuelta en plata, le decía su madre a Enrique San Francisco.

De niño, además de feo, el famoso actor era un guindilla, y para definirlo la madre no encontró frase mejor, ni más redonda. Tanto que el bueno de Enrique la repite como una definición de su propia persona en las entrevistas. Lo cual supone, a mi modesto entender, tres cosas: una, cariño y respeto a las madres, sobre todo a la de uno; dos, haber superado todos los traumas infantiles y los absurdos resentimientos que estos te dejan pegados a las paredes del alma; y tres, un saber vivir de cojones.

Comentarios

  1. Las madres queremos mucho a nuestros hijos y los conocemos bien o creemos conocerlos; por lo que nos duelen especialmente sus defectos.

    Por eso, cuando nos ponemos objetivas... ¡ostras la madre de Enrique!.

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  2. Ya se ve de dónde le viene a Enrique ese saber reirse de sí mismo. No sé si es una mierda, pero sí sé, que con sus monólogos -hubo un tiempo en que era habitual encontrártelo al encender la caja tonta- me hizo reir lo que no está escrito.

    Recuerdo uno sobre La BIblia, que no dejéis de bajároslo si está por ahí colgado. Es genial! Y es que este rubio, flaco de ojos saltones llena el plató cuando interpreta. Y además ¡qué leñe! pese a su desgarbada figura, yo le encuentro elegante. Lo digo en serio.

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Declaración de intenciones

Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.