Ir al contenido principal

Restaurante La Gola, playa de Pals

De pequeño, cuando íbamos al Romerijo, que es el cocedero de marisco más famoso del sur de la peninsula, mis padres me sacaban un capirote de calamares o de cazón en adobo, mientras ellos le daban a unos bueyes y a unas bocas.

Algo me quedó, y ahora, de mayor, nunca voy a una marisqueria. Más allá de un langostino pelado, no me manejo con soltura. No sé chupar sin hacer ruido, no sé por donde se cogen las partes duras de los animales, y no me sale proferir un oooh cuando llego a no sé que bocado escondido en medio de una articulación de una pata de una langosta.

Cuando me invitan y tengo que ir lo paso mal, aunque luego me sobrepongo, gracias a mis habilidades sociales, que son pocas pero bien aliñadas.

Sufro cuando preguntan si no me gusta chupar, que menuda pregunta. O cuando me dicen a ver si no me voy a comer eso. Eso suele ser algo que no sé cómo un ser humano dijo un día esto se come.

Pero agradezco enormemente que se me considere digno de formar parte del círculo de los normales.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Declaración de intenciones

Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.