¿Qué le pasa a la gente?, es lo que le dice Sven - Erik a Anna - María (Asa Larsson, Sangre derramada, Seix Barral) después de interrogar a una pareja que tardó dos días en acudir a la policía para decirle que habían escuchado dos disparos en el bosque. Dos días!. Que estaban recogiendo bayas, decían.
Yo no sé si están recogiendo bayas o si se las están fumando, pero es verdad que a la gente le pasa algo. Que está como atontada, unas veces, e irascible, otras.
Ayer en la calle me quedé mirando a algo que parecía una persona. Tenía todo lo que tienen las personas, cabeza, brazos, piernas, cámara de fotos y todo eso, por eso supe que era una persona. Pero, pese a su edad, más de cuarenta, y su sexo, varón, iba con chancletas de playa, pantalones pirata de camuflaje militar, que solo llevan los militares y los que no han hecho la mili, y chaqueta de safari, de esas con decenas de bolsillos. De un lado del torso colgaba una maleta de fotógrafo, llena de gadgets por si de repente tienes que fotografiar dos hormigas rojas apareándose o un arco de medio punto de una Iglesia que está a dos kilómetros, y del otro uno de esos bolsos de hombre que han invadido el mercado, cuando desde pequeñito se aprende que los hombres no llevan bolso.
No sé cuánto tiempo estuve mirando, pero el caso es que de la contemplación del fenómeno me sacó una señora diciendo tú, qué miras, como si la explicación fuera necesaria, u obligatoria.
Como si pudieras pintarte como una puerta o vestir a tu hija como una mona y pedir a la gente que no mire. Pues con tu marido igual, mujer, le contesté.
A la gente no sé lo que le pasa, que se molesta por todo.
Yo no sé si están recogiendo bayas o si se las están fumando, pero es verdad que a la gente le pasa algo. Que está como atontada, unas veces, e irascible, otras.
Ayer en la calle me quedé mirando a algo que parecía una persona. Tenía todo lo que tienen las personas, cabeza, brazos, piernas, cámara de fotos y todo eso, por eso supe que era una persona. Pero, pese a su edad, más de cuarenta, y su sexo, varón, iba con chancletas de playa, pantalones pirata de camuflaje militar, que solo llevan los militares y los que no han hecho la mili, y chaqueta de safari, de esas con decenas de bolsillos. De un lado del torso colgaba una maleta de fotógrafo, llena de gadgets por si de repente tienes que fotografiar dos hormigas rojas apareándose o un arco de medio punto de una Iglesia que está a dos kilómetros, y del otro uno de esos bolsos de hombre que han invadido el mercado, cuando desde pequeñito se aprende que los hombres no llevan bolso.
No sé cuánto tiempo estuve mirando, pero el caso es que de la contemplación del fenómeno me sacó una señora diciendo tú, qué miras, como si la explicación fuera necesaria, u obligatoria.
Como si pudieras pintarte como una puerta o vestir a tu hija como una mona y pedir a la gente que no mire. Pues con tu marido igual, mujer, le contesté.
A la gente no sé lo que le pasa, que se molesta por todo.
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