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dos botas, un color

Ya sabía yo que iba a hacer el orejotas. Desde que colgué el teléfono.

Me llamó para decirme que le cambiara las botas que había comprado el día anterior. Que se las habían dado de distinto color.

- ¿Cómo de distinto color? ¿Cada bota de un color?

- Eso.


- Perdóname el comentario, pero de eso se da cuenta una cuando le envuelven el producto.

- Ya, pero en la tienda había una luz extraña.

- Pues haber salido fuera.


- Es que fuera era igual. Y ya vale de pegas, leches, si no quieres ir, ya voy yo.

Y soñé con encontrarme en la puerta del establecimiento con la otra, con la que había comprado el otro par alterado de color. Nos chocábamos, caían las cuatro botas al suelo, las emparejábamos bien, nos evitábamos encontrarnos con la fea de la dependienta, nos reíamos, tomábamos un café, nos enamorábamos, se divorciaba ella, me divorciaba yo, vivíamos en Barakaldo frente al parque botánico...

- ¿Vas a ir o no?

- eee, si, descuida.

Y cuando llegué a la tienda pasó lo que tenía que pasar. Que la dependienta me dijo que qué decía, que ella veía las dos botas con el mismo color (yo también), que bueno... Luego tiró al suelo doce pares de botas iguales del 38, pescamos dos del mismo color (a mi ahora me parecían distintas) y distinto pie, ventilamos el cambio, les puse un siete en la encuesta de satisfacción de clientes, y abandoné el establecimiento rezando el jesusito de mi vida.

Que sean del mismo color, que sean del mismo color...

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