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Una obra de arte

Una vez unos chorizos fueron a robar en un almacén de Getafe. Vieron cómo llenaban de paquetes un camión de esos de seguridad. Aprovechando un descuido, agarraron el volante y se fueron con el botín. Luego, con ayuda de un soplete, fueron accediendo al interior de la cámara y sacaron los paquetes. Algunos pesaban un huevo.

- Jolín, como está esto envuelto. Seguro que son joyas.

Pero no. Eran obras de arte, pero ellos no lo sabían. Pensaban que eran obras, sin más, Y empezaron a venderlas, sin más también. Una escultura de Chillida la vendieron a treinta euros el kilo (y se fueron tan contentos porque habían sacado trescientos), cuando treinta euros es lo que cuesta mirarla. Y los cuadros eran tan feos que separaban el lienzo del marco para revender este último al de la tienda de enmarcación que hay en Vicálvaro. Las pinturas las echaban directamente al contenedor de papel, porque no sabían qué hacer con ellas.

Cuando se deshicieron de todo y se dieron una mariscada con los dos mil euritos del ala que se sacaron, se enteraron por la prensa de que las piezas que habían robado estaban valoradas en cinco millones de euros. Y a uno le entró un ataque de risa floja que todavía le dura.

A los otros no.

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