Dicen que está feo juzgar por las apariencias. Pero cómo no vas a juzgar por las apariencias, si la gente se empeña en llamarte la atención con sus apariencias.
Si el tono de tu móvil es el llanto de tu hijo aparentas ser un padre feliz, de esos lechuguinos primerizos, y que tienes tiempo para jugar con el móvil y andar grabando chorradas.
Si el tono del móvil es un aria de Don Giovanni aparentas ser una persona con muy poco seso, que deja su móvil a los hijos para que le anden cambiando los tonos.
Si el tono del móvil es Camacho cantando el gol de Puyol a Alemania en la semifinal del Mundial aparentas ser un desquiciado de la vida, porque fuera de aquel contexto, Camacho y sus berridos resultan insoportables.
Si el tono del móvil es el ladrido de tu perro aparentas ser un animalista, y los taurinos te mirarán con cara de pocos amigos.
Algunas de las personas que pertenecen a los cinco grupos anteriores dicen ser celosas de su vida privada, pero han quedado desacreditados para hacer tales afirmaciones.
Y algunas otras, también.
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