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mutaciones

Estoy sumido en la perplejidad más absoluta desde que he caído en la cuenta de que una extraña ley de la física se ha adueñado de mi hogar. Todo porque ahora me fijo en lo que hago, que es lo que me dicen los compañeros del programa de autoayuda para inútiles mentales de mi pueblo, y veo, al sacar los pantalones de la lavadora o de la secadora, que cada una de las piernas queda para un lado: una del derecho y otra del revés. En todos y cada uno de los casos, es decir, de los pantalones. Si de la lavadora salen normal, en la misma posición en la que los metí, al salir de la secadora se opera la transformación.

En otras ocasiones, acontece lo que yo llamo la doble transformación. Esto es, que al sacarlos de la lavadora sale el izquierdo al derecho y el derecho al revés, y después de ponerlos ambos del revés, en la secadora el derecho se coloca del derecho. Y si los coloco a los dos del derecho, es el izquierdo el que se coloca del revés.

Con las camisas ocurre lo mismo, solo que ahora el cambio no se da en las patas, que no tienen, sino en las mangas.

He preparado un estadillo donde voy anotando todas estas mutaciones. Anoto el día, la hora, el tipo de tejido y la transformación operada.

Para mandarlo al Departamento de Física de alguna Universidad norteamericana.

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Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.