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Pepiño, ministro

- Pepiño, ministro, que hay en la puerta unos controladores que dicen que si quitas la alarma se comprometen a que el 85% no haga huelga en Navidad.

- Tomo nota, contestó, porque no se le ocurría nada más que mandarlos a la mierda.

El ministro es Fomento dispone de un gabinete de ocurrencias lustroso y bien preparado, y los puso a todos a trabajar para dar cumplida respuesta a los controladores. Pero el desafío es de tal envergadura que no acertaban:

- puedes decirles que aceptas si suben a 90.

- díles que o meten en el paquete las vacaciones de Semana Santa y el puente de Carnaval o no hay trato.

- diles a ver si están dispuestos a jurarlo por Dios.

- diles a ver de qué torre se han caido.

- diles a ver si la diarrea del otro día les ha afectado al cerebro o al uso de razón, que es como más diplomático.

Os animo a todos a dar ideas al ministro, porque esto no puede quedar así.

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Declaración de intenciones

Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.