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Mar de dudas

- Buenos días, quisiera hablar con Don Manuel Jimenez Jimenez.

- Anda, y yo con Don Pepe Blanco.

- ¿Cómo dice?


- Que estoy que no quepo en mí por conocer al Ministro de Fomento para que me explique lo de la vomitona repentina y colectiva de los controladores aéreos.

- ¿Entonces no es usted el señor Jimenez Jimenez?

- No, yo soy el señor Mendigutxia Collado.


- Pues tiene que ser el señor Jimenez Jimenez.

- Ya, y un poco más responsable, y un poco menos cardo, pero es que cada uno es lo que es, y cambiar es estas edades es jodido.

- Entonces es verdad que usted no es el señor Jiménez Jiménez...


- Tan verdad como que usted no es la Princesa de Asturias, que son las once de la mañana y que estoy dando la vuelta a una rotonda y que no debería estar hablando por teléfono, así que te dejo y hablamos en otro momento, a ver si te saco de dudas.

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Declaración de intenciones

Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.