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Cuento de Navidad

Después de ver salir a su marido por un agujero negro de la historia, y a su hijo marchar por esos caminos de Dios diciendo que se iba a trabajar en no sé que cosas del Reino, más pobre de lo que había sido nunca, sola entre cuatro paredes, María se preguntaba, una vez más, qué fue del oro que les regalaron aquellos señores, cuando el nacimiento de Jesús.

Comentarios

  1. De seguro, se le iría en alguna herramienta para José, en equipar con algunos enseres al "quijote" de su hijo, para el incomprensible camino que iniciaba... En estar ahí, medio entendiendo, como cualquier mujer; como cualquier madre.

    Y aunque el agujero negro, en ocasiones, parece haberse tragado algo más que al marido, en otras cabe decir:

    El dejar hacer de aquella discreta mujer ha merecido la pena.

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  2. Si a la familia de Dios les fue así, estaba claro lo que nos quedaba por vivir en lo cotidiano a los humanos de a pié.

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Declaración de intenciones

Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.