Después de ver salir a su marido por un agujero negro de la historia, y a su hijo marchar por esos caminos de Dios diciendo que se iba a trabajar en no sé que cosas del Reino, más pobre de lo que había sido nunca, sola entre cuatro paredes, María se preguntaba, una vez más, qué fue del oro que les regalaron aquellos señores, cuando el nacimiento de Jesús.
Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
De seguro, se le iría en alguna herramienta para José, en equipar con algunos enseres al "quijote" de su hijo, para el incomprensible camino que iniciaba... En estar ahí, medio entendiendo, como cualquier mujer; como cualquier madre.
ResponderEliminarY aunque el agujero negro, en ocasiones, parece haberse tragado algo más que al marido, en otras cabe decir:
El dejar hacer de aquella discreta mujer ha merecido la pena.
Si a la familia de Dios les fue así, estaba claro lo que nos quedaba por vivir en lo cotidiano a los humanos de a pié.
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