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sobaos

Fui a Santander y compré sobaos. A ver. Seis sobaos. De casi doscientos gramos cada uno. De la Casa Macho. Sin conservantes, ni colorantes ni nada, y sin más etiqueta que una que decía que me he comprado un producto de los de verdad. Al contrario de lo que comentaba ayer en estas mismas absurdas reflexiones, en el paquete no se encontraba información alguna relacionada con la energía, las proteínas, los hidratos de carbono, las grasas, la fibra y la sal que contenía el producto. Ni falta que hacía.

Ahora los sobaos salen cada mañana a la mesa en el desayuno familiar que me he inventado. Y los van comiendo. Poco a poco, miga a miga. Al caer en el estómago, el bocao de sobao retumba. Será el eco, dice el Xavi. Claro, con el estómago vacío, replica Andoni. Luego no quieren nada más. Y no se llevan ni bocadillo para media mañana. Y a la noche con unas pocas vainas se llenan enseguida.

Un sobao bien dosificao cubre todas las necesidades de nutrientes de una manada de ñus, y la mantequilla que contiene, y que se desprende y extiende en el proceso gástrico, contiene la grasa necesaria para pasar el invierno en pelotas en Finlandia, bien al norte.

Así que de nutrición hablaremos otra vez en diciembre, cuando se acaben los sobaos y tenga que volver a Santander a reponer.

Comentarios

  1. ¡Jodé qué envidia Pedro, yo quiero desayunar unos días en tu casa!

    Y a ser posible untarlos en leche entera.

    ¡Qué diferencia entre ese desayuno y el que hago cada día de café con leche descremada y pan integral!

    Claro que no me queda otro remedio que escoger entre el placer de un desayuno con sobaos, acompañado de un culo que podría perfectamente no entrar en una silla normal; o la descremada y el integral y un trasero sólo algo más reducido.

    Porque todo hay que decirlo, en mi caso no es proporcional el culo fenomenal que echaría comiendo sobaos y el que tengo comiendo esa porquería de desayuno.
    Vamos que sólo me puedo mover entre un señor culo y la ostra de culo.

    Y todo esto viéndole comer a Inmaculada sin parar, galletas y galletas en el café y chocolate de postre, mientras yo no pruebo una y el culo correspondiente a su comida me sale a mí.

    ¡Es una injusticia frente a la que ya me rindo!

    ¡Hale, comed, comed malditos y malditas y disfrutad de vuestra gula, que todo irá a parar a mi culo!, lo tengo asumido.

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