Ir al contenido principal

el cielo

Ibamos en el coche el último día de vacaciones comentando las cosas de la vida, y le explicaba que las cenizas de su abuelo estaban depositadas en la misma tumba que los restos de su abuela. Para que veais qué dentro se me había metido aquella tonteria de "descansar juntos toda la eternidad". Pues él me quitó la tontería de un plumazo:

- ¡y para qué quieren estar juntos, si cuando te mueres estás aburrido y no puedes hacer nada!

Unos meses antes viajaba en el asiento de al lado de su hermana, junto a la ventanilla del avión, y ella le dijo:

- ya estamos en el cielo, Xavi, a ver si ves al aitite...

Y él contestó:

- si no veo ni a la Virgen! (cómo voy entonces a ver al aitite, cuya presencia, a 10000 metros de altura, es mucho menos evidente que la de María Santísima).

Y creo que mi hijo tiene problemas con la trascendencia.

Así que anoche le leí esta definición de cielo, que leí en un libro de Coetzee (La Edad de Hierro):

"me imagino el cielo como un vestíbulo de hotel con el techo muy alto y ´el arte de la fuga´ sonando atenuado en un sistema de megafonía. Donde uno puede sentarse en un sillón de cuero enorme y no padecer dolor. Un vestíbulo de hotel lleno de gente adormilada que escucha la música, mientras las almas pasan una y otra vez por delante de ellas como estelas de humo, las almas de todo el mundo. Un lugar atestado de almas. ¿Vestidas? Sí, vestidas, supongo. Pero con las manos vacías. Un lugar en el que no se trae nada salvo una clase abstracta de ropa y los recuerdos que uno tiene dentro, los recuerdos de los que uno se compone. Un lugar sin incidencias. Una estación ferroviaria después de la abolición de los trenes".

Sí, después le expliqué lo que es vestíbulo, fuga, alma, megafonía, estelas, atestado, abstracta, incidencias, ferroviaria y abolición.

Con todo, le pareció que el autor iba descaminado.

Comentarios

  1. No me extraña que le pareciera un tanto descaminado! casi me lo parece a mí!

    Yo antes que el vestíbulo, prefiero un banco frente al mar y un libro que me acompañe.

    Uno que conozco dice que pare él el cielo tiene que ser ver como el Athletic gana a la Real a penaltis (y eso toda la eternidad)

    Va a resultar, que aquí también, la subjetividad se impone.

    ResponderEliminar
  2. Como Blanca y yo tenemos en común al que dice lo del Athletic y ella ya lo ha comentado, sólo añadir que la eternidad ganada a pulso a base de hacerlo aquí lo mejor posible haciéndose persona, debe ser sentir todo el tiempo esa sensación desbordante de alegría de ganar esa final mencionada.

    O en otro caso cuando después del esfuerzo del embarazo y el parto, observas feliz y complacida el fruto de tus entrañas.

    O la sensación placentera cuando te metes a la cama después de un día agotador y las sabanas te recogen entre sus brazos para iniciar un placentero descanso.

    O el disfrute de una tarde con los amigos o familia intercambiando impresiones, sentimientos y sensaciones mientras se merienda agradablemente.

    Cuando lees un párrafo de un libro que te sobrecoge por dentro, te llega a lo más profundo y vives una sensación que te encantaría mantenerla en el tiempo.

    O cuando dices "Te quiero" por primera vez y entrelazas las manos y el resto del mundo está de más.

    O cuando paseas por un bosque en otoño donde se abruman los sentidos con las gamas de colores del ocaso de las hojas.

    SI después de andar por el monte bajo la lluvia llegas al refugio y te acercas al calor de la chimenea.

    O al escuchar una melodía que suena evocadora o con una letra que dice muy bien lo que sientes y te embarga la emoción.

    O cuando te encuentras con alguien querido al que no has visto mucho tiempo y te fundes en un caluroso abrazo.

    o cuando, o cuando....

    Yo encuentro muy fácilmente cómo me imagino la sucesión de sensaciones que me pueden hacer feliz y quisiera perpetuarlas en el tiempo. Claro que no sé cómo será allí, porque aquí se disfrutan por contraste con las contrarias y por lo que hay que luchar para conseguirlas.

    El Divino Hacedor sabrá cómo ingeniárselas para conseguirlo, al fin y al cabo yo creo en que Él es el arquitecto encargado de ese menester, que quiso meternos en este tinglado. Y ha tenido tiempo de pensarlo existiendo desde siempre.

    Y sí, será tan subjetivo, porque con algunos lo tiene fácil: con tener la sensación de poder comer cuando se tenga hambre y beber saliendo agua cerca de donde estás, poder andar libremente sin que nadie pueda dispararte, etc.

    Creo que un niño es muy capaz de pensar qué variadas sensaciones de disfrute y alegría siente y pensar que vayan enlazadas una detrás de otra.

    Y luego cuando pregunte "eso cómo se consigue" habrá que recurrir a que el que nos lo va a dar sabe cómo se hace, que para eso es Dios.

    Y si dice que eso es fácil decirlo y que no tan fácil créeselo, le dices que también es bastante difícil de creer que una mando a distancia encienda la tele y hemos sido los hombres capaces de hacerlo.

    Y cuando diga que no va a ser aburrido, siempre igual, siempre igual; le dices que cuando tiene hambre y hay comida para saciarla, siempre es igual y la buena sensación de comer no te la quita nadie por mucho que se repita cada vez.

    Bueno, así me explico yo la eternidad y no me resulta difícil pensar cómo puede ser para bien, y también soy capaz de imaginármela para mal.
    Y como para poderla disfrutar, hay que ganársela aquí, que es el entrenamiento para probar lo que quieres y lo que no quieres para ti y los demás....pues ¡hala! ¡a echar un pulso con los que sólo piensan que cuando se acabe esto, todo se acabó!

    Siento haberme extendido tanto, pero es que soy sensible a este tema.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Hablando de ropa

  Egun on, MIkel. Tienes razón en lo de las chanclas, y lo apunto para tratarlo en una próxima digresión, pero, hablando de ropa, yo creo que cada edad tiene su manera propia de vestir. Y que cualquier otra le es impropia. Lo digo sin rigideces y sin formalismos. La amplísima variedad que se ofrece en las tiendas ya da como para no tener que vestir con cincuenta como si se tuvieran veinte. Hay un momento de la vida en el cual determinadas partes del cuerpo deben permanecer ocultas a la vista de los demás. De esto no tengo ninguna duda. Por ejemplo, las piernas, en todo lo que ellas comprenden, desde el tobillo hasta la ingle. También la barriga, en un radio de un metro y medio desde el ombligo. O los brazos, desde la muñeca hasta el hombro. A partir de los cuarenta y pico eso ya no se enseña a nadie. Ni a uno mismo, si no es para lavar. La profusión capilar, cuando se da, convierte esas partes de algunos cuerpos en espectáculos especialmente repulsivos y deleznables. Así, y en mi o

Vamos hombre

Egun on, Mikel. Cada vez estoy más harto de la vida en sociedad. Impone unos rigores del todo antagónicos con mi personalidad, o estado. Hasta en la tribuna. Resulta que en un córner, la pelota, después un despeje, un remate, rebotar en dos cuerpos y pegar en el larguero, fue rechazada por nuestro portero con gran alivio de la hinchada local y gran enojo de los visitantes, que reclamaban la concesión del gol. Una de estas últimas demandantes estaba sentada a mi derecha. Como estábamos a setenta metros del lugar de los hechos, más o menos desde donde se sacó esta foto, como desde ahí es imposible saber si lo que se mueve es un futbolista o un conejo, como la línea de gol no se ve porque la portería está en cuesta, como la señora portaba unas gafas cuyos vidrios eran tan gruesos como los de las mías y como parecía una mujer amable pese a sus gritos desaforados, me atreví con un comentario bienintencionado con el que aliviar esa tensión que amenazaba con provocarle una arritmia cardiaca,

Y no sé qué es peor.

Egun on, Mikel. Aquel día de finales de junio amaneció con el cielo limpio y el suelo seco. Desde el balcón oía a algunos, de esos que hacen comentarios en voz alta mientras sus perros se alivian, suspirar y decir que ya era hora, porque la semana anterior estuvo pasada por agua y las temperaturas bajaron hasta los quince grados, y ambas cosas, entrado el verano, desasosiegan a los humanos más vulnerables. A otros les da igual. Particularmente, a muchos varones de más de 50 años y algo desinhibidos que, en cuanto el termómetro pasa de los 25 grados dos días seguidos, y ven en el calendario que están en junio, sacan de la parte de arriba del armario la caja donde guardan su media docena de pantalones cortos vaqueros con dobladillo por encima de la rodilla, y sus camisas de cuadros de manga corta, planchan las prendas, o se las hacen planchar, se las ponen, y ya no se las quitan hasta después del veranillo de San Martín, en noviembre.  Vestidos de esa guisa, y debajo del paraguas, porque