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Enterrar

Enterrar es una práctica muy socorrida para el tratamiento que los humanos dan a sus cadáveres, pero la imaginación, la humana, da para enterrar muchas más cosas.

Se puede enterrar una carta de amor. Es una cursilada, y cuando la desentierras después de veinticinco años te das cuenta de que lo tonto que eres ahora es una consecuencia lógica de lo tontito que eras entonces.

Y un cerdo. Si entierras un cerdo ningún musulmán osará rezar encima de esa tierra, que no sé como no se les ha ocurrido a los fundamentalistas cristianos neoyorquinos, a vueltas con la mezquita que quieren construir en la zona 0.

Y si eres guatemalteco y tienes un superávit de 4,2 millones de dólares fruto del narcotráfico y la Interpol te pisa los talones, los entierras en un predio baldío en San Salvador, y cuando vengan mejores tiempos lo vas a buscar, rezando por el camino para que no hayan construido encima un polideportivo municipal, o no lo hayan desenterrado alguno de los tres millones de salvadoreños que andan poniendo solares y patios patas arriba a ver si aparecen más, que ya van dos barriles llenos de dólares en diez días.

Comentarios

  1. ¡Cuánto más difícil es enterar el hacha de guerra, los malos rollos, las experiencias negativas, el pasado....!

    y eso que saldríamos ganando más, que los del cerdo en las tierras de mezquitas.

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Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.