Ir al contenido principal

gracias, alcalde

No sé cómo agraceder al alcalde los esfuerzos que hace por mantener el pueblo despierto a la hora de estar despierto, que son las seis y media de la mañana. A esa hora el camión de la basura hace su paso por los depósitos soterrados, y los operarios los desoterran (¿se dice así?), sacan de ellos los contenedores uno a uno, los llevan junto al camión, que los levanta, los vacia, y los deja en el suelo para que el operario los vuelva a llevar al depósito, y acabada la faena con los tres contenedores, se soterra el conjunto. En ese rato se escapan de su encierro mil o tres mil mosquitos que hacen su trabajo metiéndose por la ventana y picándote en el culo, por si no te ha despertado el del camión. Luego viene el del contenedor del papel, que hace menos ruido pero nada despreciable, que prueba tú a tirar un fardo de periódicos desde un segundo piso, a ver qué pasa. Antes de las siete viene el del contenedor de vidrio, cuyo vaciado hace un ruido como el de una traca final de Caballer. Y por si todavía estás en la cama, pedazo de vago, en dos minutos aparece el operario de limpieza dotado de un soplador jugando con las hojas a ver cuál llega más lejos.

Y a las siete y cuarto todo el pueblo está en la calle, lavado, afeitado y cagándose en la madre que parió al alcalde.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Declaración de intenciones

Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.