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Un año sin tí.

¿Te acuerdas? Estábamos tranquilamente esperando a la muerte. Las tres de la mañana. Despierto tú, y despierto yo. Tú, porque habías quedado con la parca, y yo, para que la muy tardona no me encontrara en brazos de Morfeo, qué incomodo.

Te oí quejarte y me levanté, solícito.

- ¿qué te pasa, papá? ¿quieres algo?

- pues... no.


- ¿un poco de agua?

- no.


- ¿unas friegas en la espalda con alcohol de romero?

- pues no, muchas gracias.


- ¿quieres que te cambie de postura?

- a ver... no, estoy bien.


- entonces, ¿de qué te quejas?

- si no me quejo...


- ¿cómo que no? Hacías aaay, aaay...

- Ah, eso.

- Si, eso.

- Era por tocar un poco los cojones.

La muerte nos encontró de buen rollito. Se joda bien jodida, a ver si se piensa que siempre le van a esperar con gesto grave y con el moco colgando.

No sé si te das cuenta, pero estos meses, cada vez que me visitas por las noches, andas con alguna milonga. Imagino que por seguir tocando un poco los cojones, porque el caso es que me despierto con la misma risilla tonta de aquella noche.

Y luego ando todo el día con ganas de levantarle la falda a la realidad.

Comentarios

  1. No tenía asociado el día de fallecimiento de tu aita con el día anterior, el aniversario de boda de mi marido y yo.

    Hoy hubiéramos hecho 33 años de casados de no ser porque hace ocho, de forma anticipada e inesperada, la muerte le citó de sopetón y sin previo aviso. Nos cogió dormidos, también eran las tres de la madrugada y no se pudo hacer nada.

    Esta tarde una amiga del alma y yo hemos quedado para ponernos al día, como lo hacemos siempre cada seis meses y retomamos la conversación donde la dejamos medio año atrás y en dos horas, en un toma y daca, intercambiamos pensamientos, sentimientos y vivencias como lo hacíamos en la escuela.

    La semana pasada ha fallecido también otro gran amigo suyo, después de luchar como un jabato largos nueve años con una leucemia progresiva, apoyado en cuerpo y alma por su esposa. Y con el alma encogida me comentaba su conversación con la nueva viuda y la comparación de vivir la larga tremenda enfermedad y la posibilidad de poderse despedir, con la del sufrimiento de algo repentino que corta como un hacha lo que existía unos segundos antes.

    Creo que no nos dan a elegir porque no conseguiríamos escoger cual.

    Fíjate que es cotidiana la muerte tanto como la vida, pero cuando te toca de cerca...

    Siempre sueño con Iñaki vivo y como si nada hubiera ocurrido...hasta hace tres días que me encuentro en sueños afirmando que está muerto. Y me pregunto ¿habré necesitado estos ocho años para poderme despedir definitivamente?.

    Hay ciertas similitudes entre lo que dices y mis impresiones, en mi caso tampoco he conseguido llorar, llorarlo, llorar lo suficiente. Que suele ser un buen remedio para la tristeza. Aunque consigo reír que creo que puede ser mejor remedio.

    Has encontrado una imagen divertida al intentar levantar la falda a la realidad. Pero siempre parece llevar un traje de época de terciopelo largo hasta los pies y pesados refajos y sayas.

    Compartir experiencias siempre es un gran remedio contra la tristeza.

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