12:30. Girona. Cafeteria del Hospital Universitario. Un hambre que te mueres. Comentamos delante de la barra que yo quiero un cortadito y ella se pide un bocadillo de queso porque tiene la mala costumbre de no desayunar decentemente.
La dejo con la farragosa tarea de pedir y pagar y me voy a sentar, pero oigo de fondo la conversación.
- un entrepà de formatge y un tallat, si us plau.
- ah, pero, parles català?
El camarero no era un camarero sino un secreta de la Consellería de Cultura de la Generalitat.
- Si.
- donç, per qué parles castellà?
Estuvo tentada de contestar educadamente:
- porque mi marido es vasco y nos comunicamos en la lengua de Quevedo, guapo.
O también,
- porque a estas horas suelo hacer un ejercicio de libertad, y hablar como me dicta la conciencia.
O,
- porque es sábado, y los sábados descanso de catalán.
Pero se resistió:
- hablo en castellano porque me sale de los cigotillos.
Porque había visto el chiste de Forges por la mañana, que si no le habría salido de los cojones que no tiene.
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