Todos saben que en la Argentina de 1978 se jugó un Campeonato Mundial de Fútbol. Yo también, porque nací al fútbol en aquel Campeonato, bajando a la calle a verlo en color en las tiendas de electrodomésticos, cuando en mi casa la tele era aún en blanco y negro
Todos saben, también, que el régimen militar de Videla lo utilizó para lavar la imagen del país delante del mundo, mientras su patio trasero se llenaba de la sangre de los torturados y del vacío de los desaparecidos.
Todos saben que los argentinos mueren por el fútbol, y que apoyaron a su selección, campeona al fín, porque necesitaban alegrías que llevarse al cuerpo, en medio de tanta mierda.
Pocos saben, sin embargo, que Alberto Tarantini, al que llamaban "el conejo", aquel lateral melenudo de la albiceleste, se orinó en las manos antes de estrechar la del dictador, justo en el momento de recibir su felicitación.
Nunca algo tan sucio cargó tanta dignidad.
Todos saben, también, que el régimen militar de Videla lo utilizó para lavar la imagen del país delante del mundo, mientras su patio trasero se llenaba de la sangre de los torturados y del vacío de los desaparecidos.
Todos saben que los argentinos mueren por el fútbol, y que apoyaron a su selección, campeona al fín, porque necesitaban alegrías que llevarse al cuerpo, en medio de tanta mierda.
Pocos saben, sin embargo, que Alberto Tarantini, al que llamaban "el conejo", aquel lateral melenudo de la albiceleste, se orinó en las manos antes de estrechar la del dictador, justo en el momento de recibir su felicitación.
Nunca algo tan sucio cargó tanta dignidad.
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