Leí la historia de una mujer que no encontraba compañero. El problema era que a todos los que le gustaban a ella les gustaba el fútbol. Chica, es lo que hay, pensé, si hubieras nacido en Nueva Zelanda les gustaría el rugby, si hubieras nacido en Cuba, el béisbol, y si hubieras nacido en Noruega, tu pareja invitaría a sus amigos a ver en casa carreras de bobsleig, tomando unas cervezas.
Pero lo encontró. Limpio y puro como la virgen de Lourdes, para nada contaminado con aficiones chuscas, encantador. Podía hablar con él de Kant o de Belén Esteban, según que estuvieran compartiendo la lectura de la Lógica de la Razón Pura o unas patatas fritas delante de la tele.
Hasta que llegó el Mundial. Y el compañero dijo que quería ver el España-Suiza, y que había invitado a los colegas del despacho. Y la otra se enfadó. Más cuando vió que estaban viendo, previo al partido de la Roja, el resumen del Ghana-Serbia. Y le preguntó, delante de todo el mundo, que a ver qué le importaba a él qué hacía un ghanés con un balón, si lo chutaba o se lo comía. De lo impropio del comentario se dió cuenta enseguida, al ver cómo dejaban de masticar los doritos y la miraban con cara de de dónde ha salido este ser tan extraño.
Yo no podría ser su pareja, porque también soy un incoherente, como su compañero. Aunque odio el voley - playa, porque me canso solo con verlo jugar, salté con un loco en el sofá en la final de los Juegos de Atenas que jugaron Bosma y Herrera, y la recuerdo como el mejor momento de tele de los últimos diez años. Y aunque no me gusta el tenis, porque para dormir suelo ir a la cama, me tragué las siete horas que duró la final del Wimbledon del 2008, entre Federer y Nadal. Y esta tarde voy a ver enterita la final de este año.
La pobre no entiende que el fútbol no tiene que ver nada con la selección. Ni con el Athletic. Ni con el Barça. Ni siquiera con el Alcorcón.
La pobre odia el fútbol como otros odian la tele, o la política, o el folklore popular.
Odiar es lo que tiene, que te convierte en marciano, y no en humano.
Pero lo encontró. Limpio y puro como la virgen de Lourdes, para nada contaminado con aficiones chuscas, encantador. Podía hablar con él de Kant o de Belén Esteban, según que estuvieran compartiendo la lectura de la Lógica de la Razón Pura o unas patatas fritas delante de la tele.
Hasta que llegó el Mundial. Y el compañero dijo que quería ver el España-Suiza, y que había invitado a los colegas del despacho. Y la otra se enfadó. Más cuando vió que estaban viendo, previo al partido de la Roja, el resumen del Ghana-Serbia. Y le preguntó, delante de todo el mundo, que a ver qué le importaba a él qué hacía un ghanés con un balón, si lo chutaba o se lo comía. De lo impropio del comentario se dió cuenta enseguida, al ver cómo dejaban de masticar los doritos y la miraban con cara de de dónde ha salido este ser tan extraño.
Yo no podría ser su pareja, porque también soy un incoherente, como su compañero. Aunque odio el voley - playa, porque me canso solo con verlo jugar, salté con un loco en el sofá en la final de los Juegos de Atenas que jugaron Bosma y Herrera, y la recuerdo como el mejor momento de tele de los últimos diez años. Y aunque no me gusta el tenis, porque para dormir suelo ir a la cama, me tragué las siete horas que duró la final del Wimbledon del 2008, entre Federer y Nadal. Y esta tarde voy a ver enterita la final de este año.
La pobre no entiende que el fútbol no tiene que ver nada con la selección. Ni con el Athletic. Ni con el Barça. Ni siquiera con el Alcorcón.
La pobre odia el fútbol como otros odian la tele, o la política, o el folklore popular.
Odiar es lo que tiene, que te convierte en marciano, y no en humano.
Y es que un purista en estado puro...¡Qué purazo!! Con su ausencia de incoherencias, su exquisita compostura, su repelente perfección ¡Qué coñazo!!!
ResponderEliminarDuro ver las lágrimas del delantero guaraní, y con esa camiseta roji-blanca que llevaba...
Es que con una pizca de pasión todo se vive distinto, sobre todo en el deporte.
ResponderEliminarVerdaderamente no sé si me gusta el fútbol, pero me encanta ir a ver al Athletic. Lo más seguro es que no voy a ver fútbol, aunque sepa lo que es un fuera de juego. Yo voy a verle ganar.
Ahora en breve voy a ver a Nadal, que juegue al tenis es lo de menos.
Y cuando más me gustó "la roja", fue cuando salió Llorente. Ayer le eché en falta durante todo el partido. ¡y eso que el güaje también le pone una chispa especial!.
Pero claro, me casé con un jugador de fútbol y socio del Athletic y mis dos hijos también han jugado durante una buena cantidad de años.
Creo que el problema viene cuando sólo te gusta el fútbol.