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Locos

Dice Firmin que por pequeño que seas, nada te impide estar tan loco como el que más. Yo estoy más que de acuerdo. Sin ir más lejos, fijate en los niños. Están como una regadera.

Hay uno que se pasa la tarde subido a un magnolio. Lo veo desde mi ventana. El chaval habla solo, canta canciones de Shakira para si mismo, y sube y baja de la rama con frenesí. Una o dos horas cada tarde de repertorio.

Hay otro que conozco que solo come salchichas de frankfurt con mayonesa, ketchup y mostaza de la marca Prima. Para desayunar, comer, merendar y cenar. En esta locura cuenta con un cooperador necesario: su madre. Se le está poniendo al niño una cara...

Y hay una niña que va a misa todas las tardes a las siete y media, con su madre. Dice que le gusta, y que sobre gustos no hay nada escrito, y que para gustos están hechos los colores y tal y tal. Sinceramente, a mi me parece un rasgo de enajenación mental que espero que se le pase con el transcurrir del tiempo y de los acontecimientos de la vida.

Luego estoy yo, que no soy un niño, pero soy pequeño.

Lo cual lo explica todo.

Comentarios

  1. Me encantó leer el libro de la rata Firmin humanizada, divertida y concienzuda.

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Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.