Había una persona en Málaga que tenía 25 años y vivía con sus padres, a los que maltrataba, de alguna manera, que poco importa a los efectos de este egunon, porque pegar a un padre es una cosa feísima lo mires como lo mires. Pese a ello, el muy golfo los había denunciado porque un día le dijeron que se acabó la sopa boba, que de 400 euros al mes para gastos ni hablar, y que si quería seguir en casa que se pusiera a trabajar.
El protagonista de esta historia tan peregrina estaba matriculado en la carrera de Derecho, y había aprobado ya tres asignaturas. En siete años. En su descargo hay que decir que un año no pudo estudiar porque se le pasó el plazo de matrícula. Bueno, eso le puede pasar a cualquiera. El caso es que de sus habilidades intelectuales el Juez dedujo que no era tonto, cosa que a mi me parece mucho deducir.
El Juez, además de los de capacidad deductiva rápida, es de los de duda fácil. Por un lado, piensa que como si no eres tonto y tienes 25 años y en casa no das más que el coñazo, ya estás en edad de buscarte la vida, así que no queda otra que poner al interfecto de patitas en la calle.
Pero por otro lado, debe darle pena, o miedo, que este hermano nuestro en la calle sin dos euros en el bolsillo a ver qué hace.
Así que ha decidido las dos cosas: a la calle y con doscientos euritos de casa durante dos años, para no caer en "situación de inasistencia", que es como estoy yo ahora, sin poder andar y sin silla de ruedas.
En la sentencia hay una especificación muy interesante: le pide a nuestro personaje que se lleve todos sus objetos personales. Esto está muy bien pensado y mejor escrito, porque si no, puede pasar que hoy vuelvo a por los libros de la carrera, y mañana a por las colecciones de cromos, y así todo el día en casa, y de paso me llevo una tartera de albóndigas con sepia, que ya te la devuelvo mañana, mamá, que no me ha dado tiempo de hacer la compra.
Y eso no.
El protagonista de esta historia tan peregrina estaba matriculado en la carrera de Derecho, y había aprobado ya tres asignaturas. En siete años. En su descargo hay que decir que un año no pudo estudiar porque se le pasó el plazo de matrícula. Bueno, eso le puede pasar a cualquiera. El caso es que de sus habilidades intelectuales el Juez dedujo que no era tonto, cosa que a mi me parece mucho deducir.
El Juez, además de los de capacidad deductiva rápida, es de los de duda fácil. Por un lado, piensa que como si no eres tonto y tienes 25 años y en casa no das más que el coñazo, ya estás en edad de buscarte la vida, así que no queda otra que poner al interfecto de patitas en la calle.
Pero por otro lado, debe darle pena, o miedo, que este hermano nuestro en la calle sin dos euros en el bolsillo a ver qué hace.
Así que ha decidido las dos cosas: a la calle y con doscientos euritos de casa durante dos años, para no caer en "situación de inasistencia", que es como estoy yo ahora, sin poder andar y sin silla de ruedas.
En la sentencia hay una especificación muy interesante: le pide a nuestro personaje que se lleve todos sus objetos personales. Esto está muy bien pensado y mejor escrito, porque si no, puede pasar que hoy vuelvo a por los libros de la carrera, y mañana a por las colecciones de cromos, y así todo el día en casa, y de paso me llevo una tartera de albóndigas con sepia, que ya te la devuelvo mañana, mamá, que no me ha dado tiempo de hacer la compra.
Y eso no.
¡Claro, es que no se merecen más los 200 euros, aquellos que están parados y son decentes!.
ResponderEliminar¡Vaya sociedad tenemos que protege lerdos y maleantes! Porque dudo mucho de por qué está convencido el juez de que semejante merluzo, no es tonto.
Bueno igual no es tonto, pero es un desalmado y un gilipoyas. Y a ese paso sacará mejor nota en esos dos aspectos, si le avala el juez.
España cañí!