Ir al contenido principal

pobre primer apellido

Si os pregunto a ver si conocéis a Jose Luis Rodriguez y a Alfredo Pérez, seguro que me diréis que pueden ser cualquiera, desde un par de estibadores del puerto de Barcelona hasta el doble pivote del Real Oviedo. Pero a nadie se le ocurre que puedan ser el Presidente y el Vicepresidente del Gobierno de España, porque esos son Zapatero y Rubalcaba.

La guerra al primer apellido continúa en el mundo de los futbolistas. Si estuvieramos en 1975, la delantera del Athletic sería Martinez I, Martínez II, López y Gómez, Pero como estamos en 2010, son Javi Martinez, Igor Martínez, David López e Ibai Gómez, pensando a lo mejor que con ese birria de primer apellido es difícil pasar a la historia.

Yo reinvindico llamar a las personas por su nombre, como a las cosas.

En la escuela yo siempre fui Mendigutxia, mi compañero Palomino y el de delante Larzábal.

Y ni me acuerdo de su nombre. Para qué.

Comentarios

  1. El tema de los nombres y apellidos siempre me ha llamado la atención. Me pasa con los alumnos, con los conocidos y es más, siempre leo las esquelas para descubrir alguna combinación extraña.

    Mi médico de cabecera de pequeña era Don Juan Burbujo.

    De joven, en el instituto, mi profesor de Matemáticas se llamaba Armando Guerra.

    El padre de una amiga y compañera de bachillerato se llamaba Marciano Carro.

    El que vendía el vino, no recuerdo el nombre, pero se apellidaba Camisón Rosado. Y un amigo de mi padre era el Sr. Sardina.

    Un compañero de universidad, Carlos Sordo del Ojo. Y os juro que no estoy inventando nada, todo auténtico como la vida misma.

    Luego en las esquelas he visto desde Sr.Marcos Cuadros; Sr. Sobaco; Sr. Conejo de Prado; Dña Mª del Mar Bella.

    También están todos aquellos que se mencionaban siempre; incluso creo recordar que en la selección española de futbol, coincidieron: Ponte, Braga, Verde.

    Y cómo no, mencionar el mío propio Sofía, tan parecido a Sofea. Y mi apellido Cela, que ya ha venido alguna vez confundido en una carta como : Cola.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Hablando de ropa

  Egun on, MIkel. Tienes razón en lo de las chanclas, y lo apunto para tratarlo en una próxima digresión, pero, hablando de ropa, yo creo que cada edad tiene su manera propia de vestir. Y que cualquier otra le es impropia. Lo digo sin rigideces y sin formalismos. La amplísima variedad que se ofrece en las tiendas ya da como para no tener que vestir con cincuenta como si se tuvieran veinte. Hay un momento de la vida en el cual determinadas partes del cuerpo deben permanecer ocultas a la vista de los demás. De esto no tengo ninguna duda. Por ejemplo, las piernas, en todo lo que ellas comprenden, desde el tobillo hasta la ingle. También la barriga, en un radio de un metro y medio desde el ombligo. O los brazos, desde la muñeca hasta el hombro. A partir de los cuarenta y pico eso ya no se enseña a nadie. Ni a uno mismo, si no es para lavar. La profusión capilar, cuando se da, convierte esas partes de algunos cuerpos en espectáculos especialmente repulsivos y deleznables. Así, y en mi o

Vamos hombre

Egun on, Mikel. Cada vez estoy más harto de la vida en sociedad. Impone unos rigores del todo antagónicos con mi personalidad, o estado. Hasta en la tribuna. Resulta que en un córner, la pelota, después un despeje, un remate, rebotar en dos cuerpos y pegar en el larguero, fue rechazada por nuestro portero con gran alivio de la hinchada local y gran enojo de los visitantes, que reclamaban la concesión del gol. Una de estas últimas demandantes estaba sentada a mi derecha. Como estábamos a setenta metros del lugar de los hechos, más o menos desde donde se sacó esta foto, como desde ahí es imposible saber si lo que se mueve es un futbolista o un conejo, como la línea de gol no se ve porque la portería está en cuesta, como la señora portaba unas gafas cuyos vidrios eran tan gruesos como los de las mías y como parecía una mujer amable pese a sus gritos desaforados, me atreví con un comentario bienintencionado con el que aliviar esa tensión que amenazaba con provocarle una arritmia cardiaca,

Y no sé qué es peor.

Egun on, Mikel. Aquel día de finales de junio amaneció con el cielo limpio y el suelo seco. Desde el balcón oía a algunos, de esos que hacen comentarios en voz alta mientras sus perros se alivian, suspirar y decir que ya era hora, porque la semana anterior estuvo pasada por agua y las temperaturas bajaron hasta los quince grados, y ambas cosas, entrado el verano, desasosiegan a los humanos más vulnerables. A otros les da igual. Particularmente, a muchos varones de más de 50 años y algo desinhibidos que, en cuanto el termómetro pasa de los 25 grados dos días seguidos, y ven en el calendario que están en junio, sacan de la parte de arriba del armario la caja donde guardan su media docena de pantalones cortos vaqueros con dobladillo por encima de la rodilla, y sus camisas de cuadros de manga corta, planchan las prendas, o se las hacen planchar, se las ponen, y ya no se las quitan hasta después del veranillo de San Martín, en noviembre.  Vestidos de esa guisa, y debajo del paraguas, porque