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CASTIGO DE DIOS

Es lo que me decía mi madre cuando metía el cucharón de madera en el perolo en el que se hacía el tomate y me lo llevaba a la boca para probarlo quemandome la lengua en toda su integridad, con el consiguiente alarido.

Me he acordado de ella estos días, cuando he visto que uno en Rentería se prendió fuego al intentar quemar un cajero, y que otro, en Elorrio, sufrió una descarga electrica cuando robaba cable.

No es que yo crea que Dios esté a esas cosas, porque con ocuparse de lo de la familia en España tiene bastante, como muy bien nos ha recordado Ratzinger este fin de semana. Pero es que me he acordado de mi madre.

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Declaración de intenciones

Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.