Desde que pusieron una tienda de mascotas en la calle San José ando dudando entre si comprarme un perro o un gato. Porque lo del hurón lo descarté al ver sus cacas, puaj. ¿He dicho ando? No. Andaba dudando. Ya he tomado la decisión. Será un gato. Porque he conocido que una cuadrilla de desocupados, digo un grupo de investigadores del prestigioso departamento de tecnología de la Universidad de Massachussets ha podido comprobar que los gatos beben agua de manera mucho más silenciosa que los perros, gracias a que combinan perfectamente las fuerzas de inercia y de gravedad, al poner su lengua en forma de J, mayúscula claro, y recoger con la parte de abajo de la jota, digo de la lengua, el agua y depositarla después suavemente en el orificio que corresponda. Los perros no. Son más guarros que un señor que tenía hospedado mi suegra, que sorbía la sopa directamente del plato, sin cuchara ni nada, y hacen un ruido insoportable. Y de ruidos tengo bastante con los de mi estómago y los de los camiones de basura de las seis de mañana.
Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Ten en cuenta también, el dicho de toda la vida:
ResponderEliminarel gato es de la casa;
el perro, es del dueño.
Y en cuanto a las cacas de ambos, también se cumple:
las del gato, en la caja de casa,
las del perro...son del dueño, salvo que sea un guarro integral.