El lenguaje es un invento decisivo en la historia de la humanidad. Es más. Algunos antropólogos sostienen que el ser humano comienza a existir en el mismo momento en el que uno va y dice coño, si soy un hombre, expresando así un sentimiento larvado tiempo atrás entre los de su comunidad.
Pues bien, por muy bueno que sea el lenguaje, tanto que incluso me permite escribir y que vosotros leáis estas estúpidas digresiones, a veces no trae más que problemas, y entonces sobran las palabras. Y cuando las palabras no son más que palabras, son lo mismo que una mierda.
El riesgo de contaminar más el medio ambiente con las que yo emito me llevó a plantearme el sábado sin palabras.
He decidido que los sábados hablo lo justo.
Empecé ayer. A la mañana cuando salí a por el pan sonreí a la vecina, y así me evité decir hola. Y luego sonreí a la cartera. A esta de oreja a oreja, porque así ahorro más palabras, ya que me he evitado el hola, qué tal, yo he dormido como un niño y me parece que este va ser unos de esos días que da gloria vivirlos por lo escasos que son.
En el campo de San Miguel, cuando mi hijo me miraba desde el pasto, le he hecho así un gesto con el puño arriba y abajo, y me he ahorrado el vamos hijo, con dos cojones, presiona un poco que parece que estás dormido, hostia, que es lo que le gritaba a su retoño un señor gordo y despeinado que tenía al lado.
Y luego a las cinco en el súper, cargado el carro de verduras hasta la boina, al ver a un joven presto a emborracharse con una botella de vodka y una de fanta detrás de mí, le he hecho así con la mano abierta, y así me he ahorrado el pasa tú, que yo voy a tardar un rato, y veo que tienes prisa por agarrar una curda y perder el conocimiento, para luego recuperarlo y llegar a casa a las diez como una rosa.
En total, si no he contado mal, con tres gestos he ahorrado 79 palabras y he quedado como un buen vecino, como un buen padre y como un miembro ejemplar de la comunidad.
En tres sábados bien estrujados me dan el Príncipe de Asturias.
Pues bien, por muy bueno que sea el lenguaje, tanto que incluso me permite escribir y que vosotros leáis estas estúpidas digresiones, a veces no trae más que problemas, y entonces sobran las palabras. Y cuando las palabras no son más que palabras, son lo mismo que una mierda.
El riesgo de contaminar más el medio ambiente con las que yo emito me llevó a plantearme el sábado sin palabras.
He decidido que los sábados hablo lo justo.
Empecé ayer. A la mañana cuando salí a por el pan sonreí a la vecina, y así me evité decir hola. Y luego sonreí a la cartera. A esta de oreja a oreja, porque así ahorro más palabras, ya que me he evitado el hola, qué tal, yo he dormido como un niño y me parece que este va ser unos de esos días que da gloria vivirlos por lo escasos que son.
En el campo de San Miguel, cuando mi hijo me miraba desde el pasto, le he hecho así un gesto con el puño arriba y abajo, y me he ahorrado el vamos hijo, con dos cojones, presiona un poco que parece que estás dormido, hostia, que es lo que le gritaba a su retoño un señor gordo y despeinado que tenía al lado.
Y luego a las cinco en el súper, cargado el carro de verduras hasta la boina, al ver a un joven presto a emborracharse con una botella de vodka y una de fanta detrás de mí, le he hecho así con la mano abierta, y así me he ahorrado el pasa tú, que yo voy a tardar un rato, y veo que tienes prisa por agarrar una curda y perder el conocimiento, para luego recuperarlo y llegar a casa a las diez como una rosa.
En total, si no he contado mal, con tres gestos he ahorrado 79 palabras y he quedado como un buen vecino, como un buen padre y como un miembro ejemplar de la comunidad.
En tres sábados bien estrujados me dan el Príncipe de Asturias.
Aunque en el fondo es una regresión, lo que estás utilizando es el mensaje corporal, que cuántas veces para los que saben interpretarlo, puede estar diciendo lo contrario de las palabras que utilizamos.
ResponderEliminarY según dicen, el corporal no engaña (como el algodón).
Te servirá de forma excelente para intercambiar mensajes, con los perros de menos de 8 kilos, cuando cojas el metro los sábados.