He leído en algún sitio que el nivel de desarrollo de la humanidad se mide, además de por los ejemplares del As y del Marca que se ven abiertos en los bares de desayunar por las mañanas, por el volumen de imbecilidades que llegan a venderse, como gatos chinos de esos que mueven el brazo, o marcos digitales para ver todo el rato las mismas fotos, hasta que te las aprendes, o juegos de ropa de cama de color burdeos, o camisetas con mensajes desvergonzados, o pen drives de 128 megas.
Y ahora que llego de un centro comercial, después de compartir una agradable tarde de viento sur con otras veinticinco o treinta mil personas, creo que se mide, el progreso, no solo por el qué, por la imbecilidad que se compra, sino por cómo se hace el imbécil al comprar.
Por ejemplo, hay quien entre compra y compra se da un masaje por un euro en un sillón para masajes, delante de veinte personas que ven cómo le tiemblan las mollas, y lo hace sin ningún rubor. Y también hay quien aprovecha para tomar una mierda de café en una imitación de terraza, y hace como que mantiene una conversación con otra persona, cosa que es imposible en un centro comercial.
Todo cutre. Pero muy avanzado.
Y ahora que llego de un centro comercial, después de compartir una agradable tarde de viento sur con otras veinticinco o treinta mil personas, creo que se mide, el progreso, no solo por el qué, por la imbecilidad que se compra, sino por cómo se hace el imbécil al comprar.
Por ejemplo, hay quien entre compra y compra se da un masaje por un euro en un sillón para masajes, delante de veinte personas que ven cómo le tiemblan las mollas, y lo hace sin ningún rubor. Y también hay quien aprovecha para tomar una mierda de café en una imitación de terraza, y hace como que mantiene una conversación con otra persona, cosa que es imposible en un centro comercial.
Todo cutre. Pero muy avanzado.
Progreso...
ResponderEliminarLeo tus palabras casi seis años después, sentada en un centro comercial, junto a los sillones de masaje, que sobreviven, y a los que continúo mirando con el mismo desconcierto de la primera vez.