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Feo

El portero falló en la salida, y en lugar de atrapar el balón o despejarlo bien lejos, lo dejó muerto a los pies del delantero. Todo el bar prorrumpió en improperios, dirigidos a él y a sus familiares y amigos más cercanos.

Uno fue más original, y gritó:

- Iraizoz, qué feo eres!

Lo miré. No pude evitarlo. Poco pelo, salvo en los orificios nasales y en los de las orejas. El de la cabeza, encrespado como si hubiese metido los dedos en un enchufe, y de distintas tonalidades de gris. Los ojos, cada uno a una altura distinta, y de la nariz no se veía el final, porque lo tapaba una señora. La boca era poco más que una abertura en la parte de abajo por la que detrás del aliento a azufre dejaba ver un conjunto de dientes negros desiguales.

- ¿Feo quién?, le pregunté.

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Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.