Hay cosas que están hechas a mala leche: los abrefácil de los tetra briks de Kaiku, la linea de puntos que separa cada bolsa de basura de la siguiente, los embalajes de plástico de los envases de una docena de huevos, el agujero para meter la pajita en los zumitos de 20 cl., las bolsas de plástico que contienen cereales, y que no se pueden abrir si no es con tijeras, las tapas flexibles que llevan ahora muchas latas de atún, el pan de media cocción, las bolsitas de ketchup del Mc Donalds, los programas informaticos de la Consejería de Educación del Gobierno Vasco, las anillas de las latas de coca-cola, los pimientos rojos del DIA, que vienen envasados en bolsas individuales, la mantequilla con sal, la fácil de untar, el diseño de las tiendas de IKEA, el de los aparcamientos de Portugalete, la proliferación de señoras obesas que ocupan de cuatro en fondo los bidegorris, y muchas cosas más.
Egun on, MIkel. Tienes razón en lo de las chanclas, y lo apunto para tratarlo en una próxima digresión, pero, hablando de ropa, yo creo que cada edad tiene su manera propia de vestir. Y que cualquier otra le es impropia. Lo digo sin rigideces y sin formalismos. La amplísima variedad que se ofrece en las tiendas ya da como para no tener que vestir con cincuenta como si se tuvieran veinte. Hay un momento de la vida en el cual determinadas partes del cuerpo deben permanecer ocultas a la vista de los demás. De esto no tengo ninguna duda. Por ejemplo, las piernas, en todo lo que ellas comprenden, desde el tobillo hasta la ingle. También la barriga, en un radio de un metro y medio desde el ombligo. O los brazos, desde la muñeca hasta el hombro. A partir de los cuarenta y pico eso ya no se enseña a nadie. Ni a uno mismo, si no es para lavar. La profusión capilar, cuando se da, convierte esas partes de algunos cuerpos en espectáculos especialmente repulsivos y deleznables. Así, y en mi o
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