Aparqué el coche en un parking debajo de la Catedral, y cuando sali a la superficie, con los pasteles en una mano y la maleta en la otra, con una pinta de paleto que veia comentar a la gente, me dí cuenta de que no sabía donde estaba el colegio al que iba. Me paré a ver si se oía ruido de niños en algún lado, y como se oía nada, tomé una calle para arriba hasta llegar a una escuela, que rodeé, y como no ví cartel alguno dije no es este, y volví a bajar la calle, un kilómetro, hasta el bulevar, donde la calle cambiaba de nombre. El que tenía la calle nueva no me sonaba de nada, así que me dije tranquilo, todavía tienes dos minutos, entra en un bar, consulta el google earth y ya está. Como no había bar me senté en el suelo, dejando los pasteles a un lado y espantando a un gato asqueroso que se había acercado a olerlos, saqué el ordenador y consulté. Entonces me dí cuenta de que no era en la calle en la que estaba sino en otra, así que cerré el ordenador, me pillé la corbata con la tapa, dí otra patada al gato y me puse en camino, cambiando los pasteles y la maleta de mano, a ver si la postura era más digna, pero qué va, hasta el gato me seguía descojonandose. Rodeé todo lo que puede rodear un inepto integral y aparecí en el colegio por el que había merodeado hacía un cuarto de hora, reparando, ahora sí, en un cartel gigantesco que había sobre la puerta principal, y que decía, o al menos eso me pareció leer, este es el colegio que buscabas, cacho merluzo.
Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Y seguro que en el móvil, o en el iphone, o en el ipod tendrás un GPS, que te diría, si le hubieras preguntado, "el colegio ese, está aquí".
ResponderEliminarO el mismísimo gato te hubiera indicado la entrada si no le hubieras dado patadas. Te pones nervioso y atizas a diestro y siniestro, sin respetar a las criaturas de Dios, que el único mensaje que te estaba lanzando es ¡qué ricos pasteles llevas, tío!. Y eso es un halago, que no merece una coz.
Una prueba, para subir mi foto,
ResponderEliminarQue ya me he cansado de esa especie de cagarruta blanca en fondo naranja.