Aparqué el coche en un parking debajo de la Catedral, y cuando sali a la superficie, con los pasteles en una mano y la maleta en la otra, con una pinta de paleto que veia comentar a la gente, me dí cuenta de que no sabía donde estaba el colegio al que iba. Me paré a ver si se oía ruido de niños en algún lado, y como se oía nada, tomé una calle para arriba hasta llegar a una escuela, que rodeé, y como no ví cartel alguno dije no es este, y volví a bajar la calle, un kilómetro, hasta el bulevar, donde la calle cambiaba de nombre. El que tenía la calle nueva no me sonaba de nada, así que me dije tranquilo, todavía tienes dos minutos, entra en un bar, consulta el google earth y ya está. Como no había bar me senté en el suelo, dejando los pasteles a un lado y espantando a un gato asqueroso que se había acercado a olerlos, saqué el ordenador y consulté. Entonces me dí cuenta de que no era en la calle en la que estaba sino en otra, así que cerré el ordenador, me pillé la corbata con la tapa, dí otra patada al gato y me puse en camino, cambiando los pasteles y la maleta de mano, a ver si la postura era más digna, pero qué va, hasta el gato me seguía descojonandose. Rodeé todo lo que puede rodear un inepto integral y aparecí en el colegio por el que había merodeado hacía un cuarto de hora, reparando, ahora sí, en un cartel gigantesco que había sobre la puerta principal, y que decía, o al menos eso me pareció leer, este es el colegio que buscabas, cacho merluzo.
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.
Y seguro que en el móvil, o en el iphone, o en el ipod tendrás un GPS, que te diría, si le hubieras preguntado, "el colegio ese, está aquí".
ResponderEliminarO el mismísimo gato te hubiera indicado la entrada si no le hubieras dado patadas. Te pones nervioso y atizas a diestro y siniestro, sin respetar a las criaturas de Dios, que el único mensaje que te estaba lanzando es ¡qué ricos pasteles llevas, tío!. Y eso es un halago, que no merece una coz.
Una prueba, para subir mi foto,
ResponderEliminarQue ya me he cansado de esa especie de cagarruta blanca en fondo naranja.