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marquesinas y reuniones

Decía Millás ayer en El País que la mitad de la gente que vemos en las marquesinas callejeras -yo entre ellos- fingiendo esperar el autobús, esperan en realidad a que vuelva a pasar su vida por delante para retomarla de nuevo, aunque sea en marcha.

Siguiendo la historia donde él la deja, yo me suelo fijar en las personas que están bajo las marquesinas o en otros lados, y cuya vida no pasa nunca, ya esperen días o semanas, y entonces son muertos vivientes que van de aquí para allá dejando su olor a podrido en cada esquina.

Ayer tuve una reunión con uno de estos seres. Y al llegar a comer me dijeron de donde vienes que hueles a demonios. Me inventé que acababa de pasar por delante de la papelera de Durango y ya sabéis la peste que hace en dias de viento como hoy. Pero, como cada vez que digo una mentira, eso no hace sino aumentar el olor a detritus.

Y aquí ando. Voy para cuatro duchas seguidas.

Y nada.

Comentarios

  1. Como no he leído a Millás, no se me ha ocurrido lo de ponerme en la marquesina, que no sé si será más efectivo, pero desde luego sí que es más barato; pero lo que si he empezado es un tratamiento de curación emocional, que consiste en eso, en retomar de nuevo la vida, pero dejando en su sitio, es decir en el pasado, aquellos episodios que los arrastramos al presente y que sólo nos perturban y no nos permiten vivir el aquí y ahora como debe ser.

    No es nada esotérico, es científico, es un gusto todo lo que la ciencia está avanzando respecto a la llamada inteligencia emocional. Y tampoco es nada pasivo, como lo de la marquesina, es bastante activo, así que confío en sus/ mis posibilidades.
    Por intentarlo que no quede.

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