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24 F

Hace 30 años, el 23 de febrero de 1981, yo tenía 16, y al salir de clase por la tarde acompañé a mi amigo Luis a un bar a jugar a marcianitos. Yo miraba, alternando, a la pantalla verde aquella y a la de la tele, donde otro marciano, este con tricornio, acababa de tomar el Congreso de los Diputados.

No recuerdo haber sentido ni tensión ni miedo, pero sí que estaba viendo algo trascendental, aunque no sabía qué. Por eso pasé la noche en vela con mi padre y con mi madre, hasta que habló el Rey.

Lo siguiente que recuerdo es cuando por la mañana los diputados abandonaban el Congreso. Ví que mi madre lloraba. Oí que un madrileño gritaba viva la democracia del pueblo español!!! y que otro contestaba viva la libertad!!!

Y cuando, como esta mañana del 24 , recuerdo las tres cosas a la vez, me estremece la misma sacudida de entonces. Y me voy a mis cosas convencido del enorme valor de la libertad y de la democracia, aunque en la práctica todo vaya "de aquella manera".

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Declaración de intenciones

Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.