Vengo de Madrid, y doy fe de que lo que dicen de la contaminación es mentira. La capa de mierda está muy arriba. De hecho, cuando el avión la atraviesa hace así una especie de trastabillón. Pero luego vas por la calle y no se nota. Apenas ví ambulancias. Y en la avenida Moratalaz dos cadáveres de perro con las mucosas llenas de CO2 y una anciana con mascarilla. Nada.
Egun on, MIkel. Tienes razón en lo de las chanclas, y lo apunto para tratarlo en una próxima digresión, pero, hablando de ropa, yo creo que cada edad tiene su manera propia de vestir. Y que cualquier otra le es impropia. Lo digo sin rigideces y sin formalismos. La amplísima variedad que se ofrece en las tiendas ya da como para no tener que vestir con cincuenta como si se tuvieran veinte. Hay un momento de la vida en el cual determinadas partes del cuerpo deben permanecer ocultas a la vista de los demás. De esto no tengo ninguna duda. Por ejemplo, las piernas, en todo lo que ellas comprenden, desde el tobillo hasta la ingle. También la barriga, en un radio de un metro y medio desde el ombligo. O los brazos, desde la muñeca hasta el hombro. A partir de los cuarenta y pico eso ya no se enseña a nadie. Ni a uno mismo, si no es para lavar. La profusión capilar, cuando se da, convierte esas partes de algunos cuerpos en espectáculos especialmente repulsivos y deleznables. Así, y en mi o
contaminación... contaminación... ¿qué es eso? ¿un nuevo tipo de marisco?
ResponderEliminarNo hay de qué preocuparse. Se cambian de ubicación las estaciones de toma de datos a lugares alejados del centro, bien aislados, en el monte, entre pinos y... ZAS! ya no hay contaminación. La gente puede ir tranquila por la calle y si le lloran los ojos es que es muy empático.