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Viva el ministro, por dios (vamos, Mikel, txapeldun!!!)

Un ministro del Gobierno de Rajoy acabó en el ministerio de Educación porque sabe mucho de encuestas. Es lo lógico, porque en Educación se hacen muchas preguntas. Va a quitar la asignatura de Educación para la Ciudadanía y la va a sustituir por otra en la que se traten cuestiones menos controvertidas y menos susceptibles de adoctrinamiento ideológico. Pasa por alto que en una hora semanal, que es lo que dura la asignatura, no hay quien adoctrine a nadie. Adoctrina la tele, a la que los educandos dedican más de veinte horas a la semana, y con ella no se mete. Pero como yo soy una persona cooperadora y poco conflictiva, sugiero temas para trabajar en esa hora. Temas nada controvertidos y en los que nadie podrá adoctrinar a nuestros hijos. Por ejemplo, la variada gastronomía de las tierras de España, o trajes regionales de nuestra rica y variada cultura española, o danzas y folklores regionales de la única nación de todos los españoles, que es España, o ayer y hoy de La Roja, o costura, mira, que si dedicaran una hora a la semana a coser los tomates de los calcetines, eso que nos ahorrábamos en casa.

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Vamos hombre

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Egun on, Mikel. Aquel día de finales de junio amaneció con el cielo limpio y el suelo seco. Desde el balcón oía a algunos, de esos que hacen comentarios en voz alta mientras sus perros se alivian, suspirar y decir que ya era hora, porque la semana anterior estuvo pasada por agua y las temperaturas bajaron hasta los quince grados, y ambas cosas, entrado el verano, desasosiegan a los humanos más vulnerables. A otros les da igual. Particularmente, a muchos varones de más de 50 años y algo desinhibidos que, en cuanto el termómetro pasa de los 25 grados dos días seguidos, y ven en el calendario que están en junio, sacan de la parte de arriba del armario la caja donde guardan su media docena de pantalones cortos vaqueros con dobladillo por encima de la rodilla, y sus camisas de cuadros de manga corta, planchan las prendas, o se las hacen planchar, se las ponen, y ya no se las quitan hasta después del veranillo de San Martín, en noviembre.  Vestidos de esa guisa, y debajo del paraguas, porque