Cuando dentro de un rato entre Mikel en el quirófano, la anestesista no tendrá que decirle aquello de "piensa en algo bonito", hasta que la anestesia haga su efecto, sino que le preguntará a ver qué haces descojonao de la risa, si te vamos a operar, y Mikel le contestará que es porque se está imaginando a una señora que hacía la rehabilitación con su tío en Cruces por las mañanas. Antonia, se llamaba, la que se metía con gafas de ver en la piscina, y con un gorro de flores de plástico, que no debía haber visto un hombre en su vida y me decía aquello de "ven pa´cá guapetón, que te doy un achuchón", y yo me moría de vergüenza, y que, pese a tenerlo prohibido, decía "vamos a nadar un rato", y se ponía a hacer unos largos a krol, por llamarlo de alguna manera, pegando con los pinreles en el suelo, porque cubría por las rodillas, embutida en flotadores por arriba y por abajo, sacando los bracitos así, casí sin poder moverlos, cantando "soy la reina de los mares", entre las coñas de
los enfermos que concurríamos, y las broncas del fisioterapeuta que veía como
de un momento a otro se le iba a salir del sitio la columna vertebral.
Egun on, MIkel. Tienes razón en lo de las chanclas, y lo apunto para tratarlo en una próxima digresión, pero, hablando de ropa, yo creo que cada edad tiene su manera propia de vestir. Y que cualquier otra le es impropia. Lo digo sin rigideces y sin formalismos. La amplísima variedad que se ofrece en las tiendas ya da como para no tener que vestir con cincuenta como si se tuvieran veinte. Hay un momento de la vida en el cual determinadas partes del cuerpo deben permanecer ocultas a la vista de los demás. De esto no tengo ninguna duda. Por ejemplo, las piernas, en todo lo que ellas comprenden, desde el tobillo hasta la ingle. También la barriga, en un radio de un metro y medio desde el ombligo. O los brazos, desde la muñeca hasta el hombro. A partir de los cuarenta y pico eso ya no se enseña a nadie. Ni a uno mismo, si no es para lavar. La profusión capilar, cuando se da, convierte esas partes de algunos cuerpos en espectáculos especialmente repulsivos y deleznables. Así, y en mi o
Y que continúe habiendo muchas Antonias con sus gorros prodigiosos capaces llenar de sonrisas un quirófano.
ResponderEliminarAupa Mikel!!!