Egunon, Mikel. En Bilbao ha amanecido lloviendo y con temperatura fresquita, lo normal para estos días de julio, pero el ambiente sigue calentito con lo de Bielsa. Algunos simples dicen que no entienden lo que está pasando, total, por unas obras de nada, y lo que no entienden es que lo que está en juego es decir la verdad o no decirla, aunque sea por una obras, como cuando en casa falta media pizza y nadie dice quien se la ha comido, lo importante no es la pizza, sino que alguien está mintiendo, y eso está feísimo. Y si eres Bielsa, más que feísimo.
Egun on, MIkel. Tienes razón en lo de las chanclas, y lo apunto para tratarlo en una próxima digresión, pero, hablando de ropa, yo creo que cada edad tiene su manera propia de vestir. Y que cualquier otra le es impropia. Lo digo sin rigideces y sin formalismos. La amplísima variedad que se ofrece en las tiendas ya da como para no tener que vestir con cincuenta como si se tuvieran veinte. Hay un momento de la vida en el cual determinadas partes del cuerpo deben permanecer ocultas a la vista de los demás. De esto no tengo ninguna duda. Por ejemplo, las piernas, en todo lo que ellas comprenden, desde el tobillo hasta la ingle. También la barriga, en un radio de un metro y medio desde el ombligo. O los brazos, desde la muñeca hasta el hombro. A partir de los cuarenta y pico eso ya no se enseña a nadie. Ni a uno mismo, si no es para lavar. La profusión capilar, cuando se da, convierte esas partes de algunos cuerpos en espectáculos especialmente repulsivos y deleznables. Así, y en mi o
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