Cuando despegamos ya iban 2-0, y por lo que me dan mis cuarenta años de experiencia en mundiales y eurocopas, sabía que los italianos no meterían un gol a no ser que el partido durara hasta el jueves. Lo que estuvo feo es que el comandante dijera que ya éramos campeones de Europa, al meter el cuarto, porque dos italianos que iban sentados delante de mí preguntaron a ver si ellos también eran campeones de Europa, y que a ver cómo era eso. Y tampoco estuvo bien que el vecino de asiento quisiera abrazarme, rompiendo una barrera de pudor y de respeto que siempre se interpone entre dos hombres hechos y derechos que no se conocen de nada, y a los que no puede unir una efusión, por patria que esta sea. Así que le dejé con el abrazo a medias y seguí leyendo. Todavía no me he arrepentido y ya ha pasado un día. Confío en que encontrara en otros brazos más amorosos en los que caer esa noche.
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.
Comentarios
Publicar un comentario