Miguel Salaverría era un hombre bueno. Sirvió a los hombres y a los niños con las cosas de Dios. Cuando se ocupó de las obras de la Catedral de Bilbao, dejó grabado en un capitel el escudo del Athletic. No vaya ser que te traspongas en el rezo y te pienses que estás en Notre Dame de París, o en Chartres. Le escuché hablar de la muerte muchas veces, así que seguro que se preparó para cuando llegara. Quiero creer esperó a que acabara el partido de anoche en Alemania para entrar en el cielo sacando pecho, y que a estas alturas habrá vendido más camisetas rojiblancas entre los santos que Messi entre los chinos.
Descansa en paz, amigo de los niños y de Dios.
Descansa en paz, amigo de los niños y de Dios.
Agur,Miguel:
ResponderEliminarYo también he tenido la suerte de encontrarme contigo. He podido ser testigo de momentos especiales en los que ese lenguaje tuyo era capaz de atravesar la barrera de la edad,de las creencias, de las prisas..., para, simplemente, servir para encontrarnos.
Gracias Miguel.