Sabida es la proverbial limpieza del metro de Bilbao. Así que cualquiera dejaría que su hija o su sobrina bajara las escaleras deslizando la mano por el pasamanos, o pasándola, que es más propio tratándose de un pasamanos, con la confianza absoluta de poder coger después el bocadillo de nocilla con las manos limpias.
Pues no. El pasamanos estaba lleno de mierda. Era Bilbao, pero la barandilla tenía polvo. Y la niña se manchó. Y la madre fue a informar de los hechos al que vende los billetes, no se sabe muy bien con qué fin. A lo mejor con ninguno, puro decir lo que piensas, que es lo que mucha gente cree que hay que hacer, y a todas horas.
El operario, al que acababan de informar de que su hijo había puesto perdido de tipex el suelo de la clase, y tenía que quedarse hasta las seis a limpiar, contestó a la madre que a qué quería que hiciera, si limpiar el pasamanos, o las manos de la sobrina, qué insolente. Lo cual fue contestado por la madre con una queja en toda regla por trato impropio de impoluta institución.
Hay que tener tiempo para perder y ganas de tocar las pelotas, en fin.
Pues no. El pasamanos estaba lleno de mierda. Era Bilbao, pero la barandilla tenía polvo. Y la niña se manchó. Y la madre fue a informar de los hechos al que vende los billetes, no se sabe muy bien con qué fin. A lo mejor con ninguno, puro decir lo que piensas, que es lo que mucha gente cree que hay que hacer, y a todas horas.
El operario, al que acababan de informar de que su hijo había puesto perdido de tipex el suelo de la clase, y tenía que quedarse hasta las seis a limpiar, contestó a la madre que a qué quería que hiciera, si limpiar el pasamanos, o las manos de la sobrina, qué insolente. Lo cual fue contestado por la madre con una queja en toda regla por trato impropio de impoluta institución.
Hay que tener tiempo para perder y ganas de tocar las pelotas, en fin.
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