Ni el Hospital Civil de Bilbao, que de Santo no tiene más que el nombre, se libra de los ataques del laicismo agresivo del que con tanto amor nos previene monseñor Martínez Camino. Ayer, Viernes Santo, nos dieron para comer unos garbanzos de vigilia, y hasta aquí perfecto, y... una ternera a la jardinera!!!, como si los guisantes pudieran transmutar la carne en pescado, la ternera en crustáceo o en estrella de mar. Los enfermos católicos pusieron una queja y la empresa concesionaria del servicio de restauración hubo de preparar unas croquetas de atún que, al no llegar a la hora, los enfermos se comieron untadas en el descafeinado de la merienda.
Egun on, MIkel. Tienes razón en lo de las chanclas, y lo apunto para tratarlo en una próxima digresión, pero, hablando de ropa, yo creo que cada edad tiene su manera propia de vestir. Y que cualquier otra le es impropia. Lo digo sin rigideces y sin formalismos. La amplísima variedad que se ofrece en las tiendas ya da como para no tener que vestir con cincuenta como si se tuvieran veinte. Hay un momento de la vida en el cual determinadas partes del cuerpo deben permanecer ocultas a la vista de los demás. De esto no tengo ninguna duda. Por ejemplo, las piernas, en todo lo que ellas comprenden, desde el tobillo hasta la ingle. También la barriga, en un radio de un metro y medio desde el ombligo. O los brazos, desde la muñeca hasta el hombro. A partir de los cuarenta y pico eso ya no se enseña a nadie. Ni a uno mismo, si no es para lavar. La profusión capilar, cuando se da, convierte esas partes de algunos cuerpos en espectáculos especialmente repulsivos y deleznables. Así, y en mi o
¿En que momento de la Historia se empezó a llamar paciente al enfermo? Si lo hubiera mirado en Internet lo sabría. No sé si me interesa realmente, lo veo bastante cínico. Si fueran más amables todos los que le rodean el enfermo necesitaría menos paciencia.
ResponderEliminarLa enfermedad es jorobada y a veces te tratan los que mejor nota media han sacado, sean médicos, enfermeras, auxiliares, conocidos...y no los que mejor saben hacerlo.
Es la vida, una vez más, tantas veces injusta.