Decía Francino esta mañana que aprovechando el viaje de vuelta de Lisboa, 4000 vizcaínos se habían plantado frente al Bernabéu en la Castellana armado cada uno con un destornillador. Y a ellos se han unido otros 85000 rojiblancos venidos de toda España para cambiarle a Florentino, una cada uno, todas las sillas del estadio. Y para hacerle de paso los baños y dejárselos tan bien que hasta de las oficinas de enfrente se vayan al campo a cagar. El presidente del Madrid, visto el ahorro, rectifica y deja jugar la final en su estadio, e invita a cada seguidor del Athletic a un bocata calamares. Si hechos son amores....
Egun on, MIkel. Tienes razón en lo de las chanclas, y lo apunto para tratarlo en una próxima digresión, pero, hablando de ropa, yo creo que cada edad tiene su manera propia de vestir. Y que cualquier otra le es impropia. Lo digo sin rigideces y sin formalismos. La amplísima variedad que se ofrece en las tiendas ya da como para no tener que vestir con cincuenta como si se tuvieran veinte. Hay un momento de la vida en el cual determinadas partes del cuerpo deben permanecer ocultas a la vista de los demás. De esto no tengo ninguna duda. Por ejemplo, las piernas, en todo lo que ellas comprenden, desde el tobillo hasta la ingle. También la barriga, en un radio de un metro y medio desde el ombligo. O los brazos, desde la muñeca hasta el hombro. A partir de los cuarenta y pico eso ya no se enseña a nadie. Ni a uno mismo, si no es para lavar. La profusión capilar, cuando se da, convierte esas partes de algunos cuerpos en espectáculos especialmente repulsivos y deleznables. Así, y en mi o
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