Ir al contenido principal

Un año, ya

Egunon, Mikel:

hoy hace un año que murió Alberto, tu padre. Y mi hermano.

Se ha perdido lo de Bárcenas y lo de Urdangarín. Anda que no hubiéramos echado risas hablando de chorizos.

También se ha perdido verte recuperarte como un campeón. Y eso sí que le hubiera gustado. ¿Sabes de qué me acuerdo muy bien? El día que te operaron por primera vez, el 21 de mayo, se levantó de la cama a atendernos a tu tía Lidia y a mí, que fuimos a hacerle compañía esa mañana. Nos preparó sandwiches calientes y huevos con chistorra para comer. Memorables. Es como si hubiera querido dejar claro, cuando más falta hacía, que aquí estoy yo. Y aunque tú no te dieras cuenta, porque estabas hasta arriba de anestesia, ese buen rollo se trasmitió por el aire de Bilbao hasta el quirófano, y se convirtió en precisión al llegar al bisturí con el que el cirujano trasteaba en tu cabeza.

Luego no es de extrañar las notazas que estás sacando, lo majo que estás y la guapura que te crece. Por dentro será otra cosa, que las lágrimas tienen vida propia y salen a pasear cuando quieren. Que lo hagan.

Nosotros, a vivir.




Comentarios

  1. Yo también guardo el bonito recuerdo de la víspera de aquella final de Copa, día en el que nos dejó, quizá también por no ver perder al equipo de sus amores.
    Sacando las pocas fuerzas que casi ni tenía se acercó al fogón de la cocina y me preparó un poco de pescado que nos había traído Flore para la cena, dándome las gracias una y otra vez por las vainas que yo le había preparado para comer.

    En mi memoria y en mi corazón siempre, como amigo, como cuñado, como tio, como padrino, como compañero de mi hermana, como padre y, sobre todo, como persona.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Declaración de intenciones

Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.