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Comparto zapatos

Voy acumulando rarezas con el paso de los años. Dentro de diez no habrá quien me reconozca como un ser humano.

Ahora compro los zapatos de 4 en 4. Un par del 42 y otro del 43. Si pueden ser iguales, bien. Si la diferencia es pequeña, también. En el zapato del pie izquierdo meto la plantilla de espuma del decathlon. Es una plantilla con memoria, listísima, que recuerda los pliegues de mi pie aunque la cambie de zapato. Y en el zapato del pie derecho no hago nada, y así mi dedo gordo, el que lleva año y medio dormido, viaja tranquilo sin que nadie lo despierte. Izquierdo 43 y derecho 42. Talla europea. Si viajo a Brasil tengo que usar otros números, pero solo he ido a Brasil una vez, en 1999, así que no creo que se plantee este problema.

Si conocéis a alguien que le pase lo mismo que a mí, pero al revés (ciática izquierda y pierna derecha más corta), y que calce la 42, haced el favor de ponernos en contacto, para compartir zapatos.

Gracias.

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Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.