Egunon Mikel:
Vivimos en una ensoñación según la cual las cosas funcionan, y los malos días de uno se compensan con la eficacia y buen hacer de otros. Te das un tajo cortando jamón y un médico experto te da veinticinco puntos bien dados, o se rompe la secadora y los de Fagor te lo arreglan en un periquete.
Error.
El lunes cerré el coche con las llaves dentro, lo cual es imposible, pero no para mí, porque lo hice (ahora he abierto unas notas en el móvil para ir apuntando todas las cosas imposibles que hago).
Las llaves estaban ahí y yo aquí, separados veinte centímetros el uno del otro, con la sola presencia interpuesta de la ventanilla del coche, imposible de bajar para quien no sea mecánico o chorizo. Así que Mapfre llamó a un mecánico de guardia, supongo que porque los chorizos todavía no han descubierto esta oportunidad de negocio (a 130 euros la hora, ganarían más que chirlando).
El mecánico tardó una hora en sacar las llaves con un anzuelo de pescar mojarras en Zierbena. Una-hora. El ganchito se le enganchó con la tapicería del coche, con la mochila que estaba en el asiento, con la goma que separa la carrocería de la puerta, con el reposacabezas y con el cinturón de seguridad. Una vez en cada sitio, con la consiguiente maniobra de desenganche. No se le enganchó en más sitios porque no había. Además, las llaves se le dieron la vuelta tres veces, haciendo imposible el enganche hasta que no recuperaran la posición original. Y se le quedaron debajo de la mochila del asiento otras tres veces...
Coincidió. Mi mal día con el mal día del mecánico. Puede pasar.
Y ahora la experiencia me confirma que a una cosa mala puede seguirle, y de hecho lo hace frecuentemente, otra peor.
Vivimos en una ensoñación según la cual las cosas funcionan, y los malos días de uno se compensan con la eficacia y buen hacer de otros. Te das un tajo cortando jamón y un médico experto te da veinticinco puntos bien dados, o se rompe la secadora y los de Fagor te lo arreglan en un periquete.
Error.
El lunes cerré el coche con las llaves dentro, lo cual es imposible, pero no para mí, porque lo hice (ahora he abierto unas notas en el móvil para ir apuntando todas las cosas imposibles que hago).
Las llaves estaban ahí y yo aquí, separados veinte centímetros el uno del otro, con la sola presencia interpuesta de la ventanilla del coche, imposible de bajar para quien no sea mecánico o chorizo. Así que Mapfre llamó a un mecánico de guardia, supongo que porque los chorizos todavía no han descubierto esta oportunidad de negocio (a 130 euros la hora, ganarían más que chirlando).
El mecánico tardó una hora en sacar las llaves con un anzuelo de pescar mojarras en Zierbena. Una-hora. El ganchito se le enganchó con la tapicería del coche, con la mochila que estaba en el asiento, con la goma que separa la carrocería de la puerta, con el reposacabezas y con el cinturón de seguridad. Una vez en cada sitio, con la consiguiente maniobra de desenganche. No se le enganchó en más sitios porque no había. Además, las llaves se le dieron la vuelta tres veces, haciendo imposible el enganche hasta que no recuperaran la posición original. Y se le quedaron debajo de la mochila del asiento otras tres veces...
Coincidió. Mi mal día con el mal día del mecánico. Puede pasar.
Y ahora la experiencia me confirma que a una cosa mala puede seguirle, y de hecho lo hace frecuentemente, otra peor.
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