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Primer día sin movil (fue solo una tarde, pero me parecieron siete)

Egunon MIkel.

El día que murió el móvil, aunque trabajé hasta las diez, el resultado de todos mis esfuerzos de la tarde fue el mismo: ninguno. Víctima de una ansiedad inexplicable, desatendí mis labores domésticas, abronqué a mis hijos e insulté gravemente a la vida. También intenté resolver la situación. Probé a meter la tarjeta en un airis que regaló El País, que lo regaló por lo que lo regaló, y en un nokia clásico pequeñin. En ambos, mi tarjeta era demasiado pequeña. Probé en el iphone de Ana (cada intento me llevaba tres cuartos de hora, no os penséis). Y ahora la tarjeta era demasiado grande. Así que la recorté con unas tijeras, hasta que quedó tan mutilada que no servía para nada. Hundí mi ser en pensamientos del todo negativos. Luego rescaté de una caja que había en el fondo de mi armario un "samsung galaxy y" que arrinconé en su día por sus problemas de software, le meti la tarjeta mutilada de cualquier manera... y funcionó. Que no anduviera el whatsapp, ni el correo electrónico, que no pudiera instalar ninguna aplicación y que la pantalla estuviera tan oscura que no se veía un pitú me parecieron problemas sin importancia. Podía llamar y recibir llamadas y funcionaba el despertador. Qué mas quería.

Estaba listo para el segundo día sin movil

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Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.