Egunon, Mikel:
Mientras volvía a casa, después de un largo viaje, la radio del coche me acercó dos noticias de personas que andaban con el juicio alterado. Por un lado, las palabras del cardenal Cañizares, y por otro, las de la secretaria de Correa. El arzobispo de Valencia decía que viene mucha mezcla entre los refugiados de Siria. No todo es trigo limpio, repetía. Y lo cierto es que lo decía con pena, el hombre, preocupado por el destino que le espera a Europa con estos movimientos de población. A miles de voluntarios cristianos que trabajan en organizaciones de ayuda, de la Iglesia y de fuera de la Iglesia, les lleva el día, la noche y la salud atender a los refugiados o crear condiciones para su acogida. Pero se ve que a Cañizares le preocupan otras cosas, como el destino de Europa o la unidad de España (hasta organiza eventos para pedirle a Dios, en vísperas de las elecciones catalanas, que incline la balanza en favor de los partidos contrarios a la Independencia, y si son de derechas, mejor). Los maestros de la escuela cristiana concertada en la que trabajo preguntaban el viernes a sus directores si Cañizares "era de su equipo".
La secretaria de Correa, por su lado, reconocía ante el juez como suya la voz de las grabaciones en las que aparecía diciendo que por el despacho de su jefe pasaban políticos y personalidades y se llevaban dinero escondido en cajas de zapatos. Pero afirmaba que todo es mentira, que se lo inventó. Que se tomó dos copas, se vino arriba y soltó por esa boca todas esas barbaridades, poniendo perdida la reputación de algunos hombres de bien. Válgame Dios, lo que hace el alcohol.
Y por esas cosas que tiene la mente, que asocia ideas porque le da la gana, a la mañana siguiente me imaginé a Cañizares tomándose dos copas, viniéndose arriba y defendiendo la necesidad de preservar a la limpia Europa de tanta cizaña como viene del otro lado del Mediterráneo, entre mujeres embarazadas o niños inocentes.
¿Por qué no se calla?
Mientras volvía a casa, después de un largo viaje, la radio del coche me acercó dos noticias de personas que andaban con el juicio alterado. Por un lado, las palabras del cardenal Cañizares, y por otro, las de la secretaria de Correa. El arzobispo de Valencia decía que viene mucha mezcla entre los refugiados de Siria. No todo es trigo limpio, repetía. Y lo cierto es que lo decía con pena, el hombre, preocupado por el destino que le espera a Europa con estos movimientos de población. A miles de voluntarios cristianos que trabajan en organizaciones de ayuda, de la Iglesia y de fuera de la Iglesia, les lleva el día, la noche y la salud atender a los refugiados o crear condiciones para su acogida. Pero se ve que a Cañizares le preocupan otras cosas, como el destino de Europa o la unidad de España (hasta organiza eventos para pedirle a Dios, en vísperas de las elecciones catalanas, que incline la balanza en favor de los partidos contrarios a la Independencia, y si son de derechas, mejor). Los maestros de la escuela cristiana concertada en la que trabajo preguntaban el viernes a sus directores si Cañizares "era de su equipo".
La secretaria de Correa, por su lado, reconocía ante el juez como suya la voz de las grabaciones en las que aparecía diciendo que por el despacho de su jefe pasaban políticos y personalidades y se llevaban dinero escondido en cajas de zapatos. Pero afirmaba que todo es mentira, que se lo inventó. Que se tomó dos copas, se vino arriba y soltó por esa boca todas esas barbaridades, poniendo perdida la reputación de algunos hombres de bien. Válgame Dios, lo que hace el alcohol.
Y por esas cosas que tiene la mente, que asocia ideas porque le da la gana, a la mañana siguiente me imaginé a Cañizares tomándose dos copas, viniéndose arriba y defendiendo la necesidad de preservar a la limpia Europa de tanta cizaña como viene del otro lado del Mediterráneo, entre mujeres embarazadas o niños inocentes.
¿Por qué no se calla?
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