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Wert forewert

Hay quien quiere que se vaya el ministro. Que si ha hecho una reforma que no hay por donde agarrarla, que si se piensa que su ministerio es el de propaganda, que si se le oye gritar los viernes cuando entra al Consejo de Ministros en La Moncloa el Santiago y cierra España...

Yo no quiero que se vaya, sino que me gustaria que se quedara para siempre entre nosotros, inspirando editoriales, números monográficos de El Jueves, viñetas de Forges, tema de conversación en los corrillos de La Zarzuela, fotomontajes con su cara y el cuerpo de El Cid, charlas de taberna interminables entre chistes de catalanes y españoles, chirigotas de Cádiz, murgas en Tenerife, tertulias sin tema, apuestas a ver cual es la siguiente, conversación en el café de los profes de la escuela pública de Bellvitge y de los Salesianos de Añorga, dedicatorias de goles del Barça, cánticos de los Ultrasur y manifestaciones de jueves por la mañana.


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Declaración de intenciones

Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.