Decía Hanna Lundmark que ella tenía la sensación de que ya no queda lugar para la verdad en la ciudad donde vivimos nuestra vidas. Y tiene razón. Facebook no hace más que alimentar la mentira. Yo hace tres meses estuve comiendo una paella con unos amigos en un pueblo cercano a Ramales de la Victoria, y en el muro aparece constantemente que yo he estado en Ramales de la Victoria, como si hubiera vivido allí, o como si fuera a comer paellas todos los sábados a ese pueblo, o como si aquel día hubiera sido clave en mi vida por alguna razón. Y no lo puedo quitar de ahí. Desde aquel día yo he estado en Bilbao, en mi pueblo, en Barcelona, en Girona, en Bagur, en Madrid, seis veces, en Aranda de Duero, en Medina de Rioseco, en Llodio, tres veces, en Vitoria - Gasteiz, en Santander, en Astillero, en Laredo, en Santoña, en Irun, en Portugalete, en Hernani, en Santurtzi, en Burgos, en Valladolid, en San Sebastián, doce o trece veces. Y ninguno de esos sitios aparece en Facebook. Ni uno. Solo Ramales de la Victoria. A todas horas.
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.
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