Decía Hanna Lundmark que ella tenía la sensación de que ya no queda lugar para la verdad en la ciudad donde vivimos nuestra vidas. Y tiene razón. Facebook no hace más que alimentar la mentira. Yo hace tres meses estuve comiendo una paella con unos amigos en un pueblo cercano a Ramales de la Victoria, y en el muro aparece constantemente que yo he estado en Ramales de la Victoria, como si hubiera vivido allí, o como si fuera a comer paellas todos los sábados a ese pueblo, o como si aquel día hubiera sido clave en mi vida por alguna razón. Y no lo puedo quitar de ahí. Desde aquel día yo he estado en Bilbao, en mi pueblo, en Barcelona, en Girona, en Bagur, en Madrid, seis veces, en Aranda de Duero, en Medina de Rioseco, en Llodio, tres veces, en Vitoria - Gasteiz, en Santander, en Astillero, en Laredo, en Santoña, en Irun, en Portugalete, en Hernani, en Santurtzi, en Burgos, en Valladolid, en San Sebastián, doce o trece veces. Y ninguno de esos sitios aparece en Facebook. Ni uno. Solo Ramales de la Victoria. A todas horas.
Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
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