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Ser del Athletic

Ser del Athletic es algo muy bonito. Eso lo sabe todo el mundo. Pero rara vez se pondera lo educativo que es para las personas. Haciendo de cualquier manera la media de los últimos 35 años, que es de lo que me acuerdo, de cada tres partidos, el Athletic gana uno, empata otro y pierde otro. Es como vivir. De tres, empatas una, pierdes otra, y, con suerte, ganas la tercera. Los domingos, lo mismo que entre semana, y al revés.

Los del Madrid y los del Barça lo tienen mucho más más difícil, porque de diez ganan ocho, empatan uno y pierden otro, la mayor parte de las veces contra el mismo. Por eso, cuando un madridista o un culé superan un revés de esos que te da la vida, la cosa tiene mucho mérito, me parece a mí, porque no tienen costumbre. Los domingos son un paréntesis, un irse de la vida para tocar el cielo dos horas, y luego entre semana pasa lo que pasa, que no hay Ronaldos ni Messis que lo arreglen todo con una genialidad.


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Declaración de intenciones

Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.