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¿Cómo que ay!?

Egunon Mikel,

Un día de estos pasados en los que llovía con mala leche, vertical y duro, salí a la calle sin paraguas, como suelo hacer siempre que voy "aquí al lado", que es adonde voy el 90 por ciento de las veces, porque total... Delante de mí, por la avenida, iba una señora pequeña con su paraguas ladeado y haciendo eses. La adelanto por la derecha, pensé, y se iba a la derecha, pues por la izquierda, y se iba a la izquierda, pues espero y paso por la izquierda, porque ahora se irá a la derecha, y se iba más a la izquierda, pues me pongo a rebufo y la paso en un descuido, y se descuidó tanto que cuando estaba a su altura me dio un paraguazo bien dado, desparramando toda el agua del cantábrico en mi chamarra empapada, ya de antes.

- ay!, dijo.

- ¿cómo ay?, contesté, ay, yo!

- pero qué mal genio, por Dios..., replicó.

Me torean, me pegan, me mojan, me insultan, y se me llena el alma de sentimientos culpables.

No estoy hecho para la convivencia urbana.

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Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.