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Hay que leer más el Evangelio

Egunon Mikel,

Una vez, hablando de la bondad de Dios, que para él era tan bueno como un padre, Jesús preguntó a la gente:

- a ver, ¿quién de vosotros, si su hijo le pide pan, le da una piedra?

- Ninguno, por Dios, qué cosas tienes, Jesús!! contestaba la multitud.

Pero siempre hay uno que no entiende nada. Jesús lo vio, y volvió a preguntar.

- Vale, vale, pero, a ver, ¿qué padre, si su hijo le pide un pescado, le da una serpiente?

- Hala!, pero cómo le vas dar a un hijo una serpiente, hombre!!, contestó uno en voz alta -, con lo que cuesta agarrarlas!

- Pues a mi abiertas y la plancha no me disgustan, dijo otro.

- Pero callaros ya, dijo una señora gorda, ¿no veis que es un ejemplo? Pescado, bueno, serpiente, asquerosa...

Pues aprovechando que vas a dedicar la Semana Santa a reflexionar sobre el contenido de estas y otras santas enseñanzas, yo te pregunto: ¿qué madre del siglo XXI, si su hijo le pide leche, le da leche de soja? ¿Una madre de la liga de la soja? ¿Una madre empeñada en llegar antes de las nueve de la noche a la quinta ración de verduras y frutas? ¿Una madre que lee revistas científicas en ingles? ¿Una madre naturista? ¿Una madre sin corazón? ¿Una madre sin paladar? ¿Una madre sin entrañas? ¿Una madre sin sentido común? ¿Una madre que hizo una mala digestión de aquel chocolate que nos daban en el Chakalak de General Concha o en la calle Petritxol? ¿Una madre vegana? ¿Una madre increyente o descreída?

Hay que leer más el Evangelio, y menos el Muy Interesante.

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Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.